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Actualizado: 15 de julio de 2025
He hecho un mal papel... Ríete de mí, pero confiesa que esto es hermoso. Desnoyers rió, efectivamente, del infortunio de su amigo, á pesar de que él también sufría grandes contrariedades, guardadas en secreto. No había vuelto á ver á Margarita después de la primera entrevista. Sólo tenía noticias de ella por varias cartas... ¡Maldita guerra! ¡Qué trastorno para las gentes felices!
Pilar no había gozado nunca de buena salud; era endeble, paliducha, tosía con frecuencia, sufría accidentes nerviosos, síntomas todos que se atribuyeron primero a la vida de trabajo que había llevado, y luego al estado interesante en que quedó a los dos años de casada.
Mi padre me contó que el compromiso de Máximo con Luciana data de un año, e insistió con bondad en ese punto, dándome a entender que, en aquel momento, Máximo no me conocía. ¡Pobre padre! Le cuesta trabajo comprender que se pueda preferir a Luciana, y acaso creía que mi amor propio sufría más que el suyo. Y se engañaba, porque no es eso lo que me hace sufrir.
Feli comenzaba a dudar de él: su fe sufría ligeros desmoronamientos.
¡Ah!, sola... ¿y qué tal...? Me dijeron que estabas... que estaba usted algo mala... Después de decirle que su enfermedad no había sido nada, la chulita se sentó junto a él, haciendo propósito de contarle la verdadera dolencia que sufría, que era puramente moral, y con los más graves caracteres.
Pero nunca se lo quiso decir doña Andrea a Manuelillo, a quien contaban que el padre no escribía porque sufría de reumatismo en las manos, para que no le entrase el miedo por las angustias de la casa, y quisiese venir a socorrerlas, interrumpiendo antes de tiempo sus estudios.
Su frágil naturaleza empezaba a rebelarse contra tanta mortificación y a mostrarse dolorida a cada instante, unas veces en el corazón, otras en el estómago, otras en la cabeza, aunque todo lo sufría con una resignación digna de envidia, y sin que la hiciesen cejar en sus santos propósitos. Padecía frecuentes desmayos, que la tenían largo tiempo sin sentido, y fuertes convulsiones.
La acompañaba una hija bastante agraciada, más alta que ella y que debía tener lo menos quince años, a pesar de lo cual su madre la traía con faldas a media pierna porque no la hiciese vieja. La pobre niña sufría esta vergüenza con resignación, poniéndose colorada cuando alguno dirigía la vista a sus pantorrillas. Llegó el general Patiño, conde de Morillejo: no faltaba ningún sábado.
De aquí la envidia que le tenían los otros novicios y especialmente los franceses. Tratábanle con desdén, le hacían mil burlas y hasta le dirigían improperios, que él sufría con resignación evangélica. Por esto le llamaban Plácido. En aquella ocasión la envidia de los otros novicios había llegado a su colmo. Plácido acababa de alcanzar brillante triunfo.
Ya no me importaba que se hiciera la luz entre los dos. Deseaba casi una explosión aunque ella hubiera de aterrarla; cuanto a su tranquilidad, que una ciega y mortífera indiscreción podía destruir, la tenía olvidada por completo. Fue aquélla una crisis humillante, que me costaría mucho trabajo referirle a usted. Apenas sufría, de tal modo estaba imbuido de una idea fija.
Palabra del Dia
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