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Actualizado: 15 de julio de 2025


; era posible que se salvase: enfermas más graves que ella recobraban la salud. Pero su vida estaba en peligro de extinguirse por asfixia cada vez que sufría un ataque. Nada podía él afirmar. Transcurrió una semana sin que volviesen a verse. Una mañana se encontraron en la Puerta del Sol.

Desde que llegara del servicio, hacía ya cerca de un año, había mostrado tanto apego á los recuerdos de su vida militar, como horror y desprecio á las faenas agrícolas, en que por desgracia había vuelto á caer. Hasta afectaba haberlas olvidado y desconocer el nombre de algunos instrumentos de labranza. Por esto sufría encarnizada persecución de su abuela. ¡Terrible mujer la tía Basilisa!

Trató de convencerse que su turbación provenía de la sorpresa que había recibido al descubrir el amor de Juan. ¡Y después, es tan triste ver sufrir! Y Juan sufría. Se conmovía todavía, recordando su mirada desesperada. En su ingenuidad atribuyó a un sentimiento de piedad sus frecuentes cavilaciones sobre Juan.

Y reanudaba su vida monótona, paseando por la cubierta del buque, vacío y muerto, sin saber qué hacer, desesperándose á la vista de los otros vapores, que movían sus antenas de carga, tragándose cajas y fardos, y empezaban á lanzar por sus chimeneas el humo anunciador de su próximo viaje. Sufría remordimientos al calcular lo que podía haber ganado el buque de hallarse navegando.

El acceso de furor de su querido papá le había hecho ver que ya no tenía nada que esperar; y, en su desolación, había resuelto aprovechar el único medio de aproximarse, por lo menos, a su amado. No era muy bonito eso, corazón le digo. ¡Sufría tanto lejos de él! me responde, como si esa explicación pudiera ser satisfactoria. Perfectamente... no había más que hacer.

Pero yo estaba furiosa al ver que si me trataba usted tan bien era por descargo de su conciencia. Después, sin quererlo, pensaba en la otra que le esperaba en París. Además temía adquirir una dulce costumbre de dicha y de amor que la muerte vendría a romper. Y por último ¡estaba tan enferma y sufría tan cruelmente!

Yo no vivía ya con ella. Venía a verla de vez en cuando. Entonces, ¿dónde tiene usted su domicilio? En Zurich. ¿Cuándo llegó usted? Anteayer. ¿Nada le hizo a usted sospechar su desesperado propósito? Noté que sufría más que de costumbre. ¿Alguna vez le propuso a usted separarse? Nunca. ¿Qué pensaba de las ideas políticas de usted, de sus actos?

Le he estado observando desde allí, temblaba, temblaba estremecido de deseo... sus ojos devoraban tus ojos, se fijaban en tu cuello, en tu seno... sufría... está loco por ti... no te ama... tiene hambre de ti y nada más. ¡Eso es mentira! ¡Pobre loca! porque ella le ama, porque le ama con toda su alma, cree que él... ¡él! lo más puro que él siente por ti, es lástima... y eso es humillante...

Y fueron hechos relámpagos y voces y truenos y terremotos y grande granizo. 1 Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, y sufría tormento por dar a luz.

La convicción de que Godfrey estaba arrepentido de su casamiento y que sufría pensando cómo poderlo romper, apuraba el rencor de Molly.

Palabra del Dia

malignas

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