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Actualizado: 15 de julio de 2025


Pero, ante todo, usted deberá acordarme que ese hombre, al cual no concede usted otras facultades que las del odio y del mal, había vuelto a amar a la Condesa y sufría al saber que había perdido su afecto. ¿Pero la Condesa era ya de usted? Correspondía a la pasión que usted tenía por ella. ¿Querría dejar al Príncipe e irse con usted? ¡No, al contrario!

Enfermo del pecho á consecuencia de los gases asfixiantes de los alemanes, había recibido, además, en la cabeza un casco de granada, y sufría de tarde en tarde accidentes nerviosos que le hacían caer al suelo privado de conocimiento. Los médicos hablaban con tristeza de su estado.

Debió de dañar en verdad, más que la recomendación, la advertencia; en nada se alteró la resolución del Ministro de dejar las cosas como estaban, mientras que la bilis del expatriado sufría alteraciones graves al punto de obscurecer las dotes de hombre de negocios.

Era una de tantas señales de su orgullo. No se le escapaba á Manolo esto, ni tampoco que aquella reunión, compuesta de gente ruda, no correspondía á la calidad de su persona ni á la educación que había recibido; pero todo lo sufría con tal de hallarse cerca de Soledad. Quizá no habría mentira en decir que era relativamente feliz.

Ella sufría, porque ha mirado al cielo. Su pecho parecía hinchado, sus cabellos en desorden; se ha llevado la mano a la frente, que sin duda ardía. En seguida se ha retirado sin haber advertido mi presencia, y yo he visto su sombra crecer sobre la pared y luego confundirse con las demás sombras.

El carácter de D. Fadrique no había cambiado, pero se había modificado. Su optimismo natural sufría interrupciones frecuentes. Negra nube de tristeza ofuscaba á menudo el resplandor de su abierta y franca fisonomía.

A esto dijo la Trifaldi que ningún jaez ni ningún género de adorno sufría sobre Clavileño; que lo que podía hacer era ponerse a mujeriegas, y que así no sentiría tanto la dureza.

En carnaval era el que ponía las mazas a todo el mundo, y aun las manos encima si tenían la torpeza de enfadarse; si era descubierto hacía pasar a otro por el culpable, o sufría en el último caso la pena con valor, y riéndose todavía del feliz éxito de su travesura.

Sufría en silencio, intentando curarse: sería un hombre y, en los momentos de desaliento, el recuerdo del ridículo en que había vivido bastaría para darle fuerza. Pero, ¡ay! ¡cómo le aterraba la soledad de aquella existencia que aún le quedaba por delante! ¡Qué miedo le causaba la monotonía de una vida sin ilusiones! Vaya, Pepe: no hay que ser niño dijo el doctor con autoridad.

Liette se acorazaba contra todo enternecimiento y se encerraba en una impasibilidad feroz. Blanca sufriría sin duda. ¿No sufría también ella en su amor, en su orgullo, en todas las fibras de su ser, con un sufrimiento comparable al que hubiera experimentado viendo al altivo soldado que era su padre condenado a la degradación militar?

Palabra del Dia

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