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Actualizado: 13 de junio de 2025


Estaba enterado de los grandes males que causaban los submarinos en las cercanías de Inglaterra, pero en una zona reducida, en el limitado radio de acción de que eran capaces. El Mediterráneo, afortunadamente para los buques mercantes, se hallaba á cubierto de sus traidoras asechanzas. Ferragut le interrumpió con una vehemencia meridional.

Apenas se oculta el sol, mi buen coronel tiene que enmascarar con negros cortinajes las ventanas y puertas que dan al mar, para que los submarinos alemanes no se guíen por nuestras luces... ¡Ay! ¿Dónde están los hermosos días de la paz? ¡Las fiestas que hemos dado aquí! ¡Las veladas en el Gaviota II cuando estaba anclado en el puerto de Mónaco!...

Apagáronse las luces que ardían en sus crestas y se desvaneció la esplendorosa ebullición de los tesoros submarinos. La mancha de plata iba adquiriendo los tristes reflejos del acero bruñido. Cuando Ricardo separó sus labios de los de la niña, lo primero que hizo fue pasear una mirada inquieta por los contornos de la peña. Estaban ya cercados por el agua.

Había que cortar, fuese como fuese, el abastecimiento de la isla odiada. En el Mediterráneo no ocurrirá nunca eso. Puedo asegurártelo... Los submarinos sólo atacarán á los buques de guerra. Y como si temiese un renacimiento de los escrúpulos de Ulises, extremó sus seducciones en las tardes de voluptuoso encierro. Se renovaba, para que su amante no conociese el hastío.

De vez en cuando se divertía consultándole sobre la suerte futura del vapor; quería saber si los submarinos le inspiraban miedo. No hay cuidado afirmaba Caragòl . Tenemos buenos protectores. El que se ponga ante nosotros está perdido. Y mostraba á su capitán las estampas y tarjetas postales clavadas en las paredes de la cocina. Recibió Ferragut una mañana la orden de partir.

Venus no surgía ya del seno de las ondas salobres, ni las Nereidas, abandonando sus alcázares submarinos, venían a consolar a Aquiles por la muerte del amigo, ni aparecían en limpia y hermosa desnudez ante los ojos mortales de Jasón y de sus compañeros que iban a conquistar el Vellocino. Los oráculos callaban; cesaban los milagros.

Se detuvo en su confidencia, sintiendo una última vacilación, y al fin añadió bajando la voz: ¡Los alemanes pagan!... Vamos á proveer de esencia de petróleo á los submarinos que tienen en el Mediterráneo. Contra lo que esperaba Ferragut, su segundo no hizo un gesto de sorpresa. Permaneció impasible, como si esta noticia resultase sin sentido para él.

El mar tranquilo, sin más alteración que algunas leves ondulaciones, mugía sordamente en el horizonte, formando una línea de espumas. Debía ser una barrera de obstáculos submarinos, en torno á los cuales se revolvían las aguas, hirviendo en incesantes espumarajos. El ingeniero remó directamente hacia estos escollos, adivinando que eran las crestas de invisibles murallas formadas por el coral.

¿Quién es esta individua? dijo señalando el título del artículo. Su compañero tuvo que hacer memoria. ¡Ocurrían tantas cosas con motivo de la guerra! Es una boche, una espía, sentenciada á muerte... Parece que trabajó mucho aquí y en otros puertos dando aviso á los submarinos alemanes de la salida de nuestros transportes... La prendieron en París hace dos meses, cuando regresaba de Brest.

Por lo mismo que era el último viaje, les podía ocurrir algo malo. Pasó en el puente días enteros, examinando el mar, temiendo la aparición de un periscopio, variando el rumbo de acuerdo con el capitán, en busca de las aguas más solitarias, donde los submarinos no podían esperar caza alguna. Respiró al entrar por uno de los tres pasos del semicírculo de escollos que cierra la rada de Brest.

Palabra del Dia

rigoleto

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