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Actualizado: 26 de junio de 2025
El celebrado autor de «Las sorpresas del divorcio», halló á Laridel en un café solitario y sumido en una desesperación sin gestos ni palabras, ante una copa de bitter. ¡Estoy arruinado! exclamó el empresario; hoy ó mañana debo pagar cincuenta mil francos, y como no los tengo, me cerrarán el teatro. ¡Y yo que le traía á usted, en este manuscrito, una mina de plata! repuso Bissón.
Osorio avanzó unos pasos colocándose entre ella y la puerta. Antes de irte quiero que sepas que el cajero tiene orden de no pagar ningún recibo que no vaya visado por mí. Enterada. Para tus gastos tendrás una cantidad fija, que ya determinaremos cuál ha de ser. No quiero más sorpresas en la caja.
Hasta las coristas parecían otras al descender a tierra. Contestaban a los saludos de Maltrana con una discreción de grandes señoras que abandonan su incógnito. Ya estaban en América. La fortuna, indudablemente, les reservaba gratas sorpresas. Había que hacerse valer, olvidando las promiscuidades del buque.
Ya no quiso separarse de la dueña de la casa, iniciando una conversación aparte, que pareció indignar á Pirovani. Al fin éste se levantó de su silla, necesitando protestar de tan descomedido acaparamiento, y dijo á Robledo: ¡Ha visto usted cómo viene vestido ese muerto de hambre!... No habían terminado aún las sorpresas de aquella noche: faltaba la más extraordinaria.
Las horas siguientes las pasó el príncipe silencioso y preocupado. ¡Tantas novedades de una vez!... La existencia de aquel hijo que nunca había podido sospechar; la amorosa feroz convertida en madre; sus lágrimas, su tormento silencioso que arrastraba como cadena expiatoria á través de una vida loca... Y por encima de todas estas sorpresas, la que él había experimentado en su interior, la resurrección del hombre de otros tiempos, la nueva caída en la servidumbre carnal, el doble latigazo recibido en su estructura nerviosa al aspirar el perfume del suave lienzo y al sentir en su frente la huella de sus labios...
En efecto, ningún otro poeta ha poseído, en tan supremo grado como Calderón, la facilidad de formar combinaciones, siempre nuevas, de argumentos tan sencillos como repetidos, é imprimirles nuevos giros y sacar situaciones interesantes; en acumular sorpresas sobre sorpresas, y en desenvolver la acción principal con otras paralelas, de tal suerte, que el espectador sigue, con una situación constante, los hilos, que se entrecruzan, de esa urdimbre, hasta llegar á su desenlace.
Podía atreverse á todo: el Océano había agotado en él todas sus sorpresas... Y sin embargo, la peor de sus aventuras ocurrió estando el mar en calma. Siete años llevaba de navegante, y se disponía una, vez más á volver á España, cuando en Hamburgo aceptó puesto de piloto en un velero que iba á hacer rumbo al Camerón y al África oriental alemana. Un marino noruego quiso disuadirle de este viaje.
Así lo pensaba ella, y gozaba como de una voluptuosidad de las sorpresas futuras que reservaba a sus deudos.
¡Para la sangre!» repetí yo sin poder reprimir un estremecimiento de terror. Miré la arena; miré a los marineros, que con gran algazara se ocupaban en aquella faena, y por un instante me sentí cobarde. Sin embargo, la imaginación, que entonces predominaba en mí, alejó de mi espíritu todo temor, y no pensé más que en triunfos y agradables sorpresas.
Aquel enfermo no era un enemigo digno de su sable; había que establecer cierta igualdad entre los dos, y para eso servía la pistola, única arma que se presta á las sorpresas y caprichos del azar. «De todos modos lo mataré», pensó Lubimoff, acordándose de sus habilidades de tirador. Advierto á su Alteza siguió diciendo el coronel que lo mismo da un arma que otra.
Palabra del Dia
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