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Actualizado: 26 de junio de 2025
Con una amargura que no pudo vencer, Clementina pensó: "No tiene trazas de haber sufrido mucho." Roussel la saludó con sonriente cortesía y ella hizo una ligera y seca inclinación de cabeza. He aquí, dijo, una visita que yo no esperaba y que más que sorprenderme ... La vida no es más que una serie de sorpresas, mi querida prima, respondió.
La lucha de guerrillas, sorpresas y emboscadas, armado a la ligera, le preparó para buscar en las selvas de América al enemigo escurridizo, invisible y de golpe certero.
Veía en ella la patria de su padre y el país de la gran Revolución... El, aunque no se había mezclado nunca en las luchas de la política, era republicano y había reído muchas veces de ciertos amigos suyos que adoraban á reyes y emperadores, considerando esto como un signo de distinción. Argensola pretendió reanimarle. ¡Quién sabe! Este es un país de sorpresas.
Y amplió sus revelaciones con la vaga noticia de que la hija se mostraba muy impresionada por los informes que había recibido del frente de la guerra. Alguien de la familia estaba herido. Tal vez era el hermano, pero la portera lo ignoraba. Con tantas novedades, sorpresas é impresiones, resultaba difícil enterarse de las cosas.
Siempre es tenebroso lo que ignoramos contestó Ojeda . Una nube en el horizonte o varios días sin sol bastaron para llamar Tenebroso un mar en el que se avanzaba con indecisión, temiendo las sorpresas del misterio y el perder de vista las costas.
Otras eran de cuchillo, de culatazo, de pedrada, de mordisco, recibidas en los encuentros nocturnos, en las sorpresas, donde los hombres luchaban lo mismo que en los albores de la vida del planeta. El príncipe Lubimoff no podía menos de admirar á este joven, pequeño, moreno, de aspecto insignificante.
En estas zonas era donde él había visto sorpresas, inesperados florecimientos, una especie de otoñada de atractivos musculares con que no hubiera soñado el más optimista. ¿Cómo era aquello?
Paco la pellizcaba sin compasión y ella despedazaba los brazos de Paco; Joaquín Orgaz, que había conseguido aquella tarde algunas ventajas positivas en el amor siempre efímero de Obdulia, pellizcaba también; y había carreras, tropezones, voces, aprietos, saltos, sustos, sorpresas.
No me había conmovido en lo más mínimo la desesperación de mamá, puesto que yo motivo de aquella estaba en verdad vivo y bien vivo, jugando simplemente en mis ocho años con la emoción, a manera de los grandes que usan de las sorpresas semi-trágicas: ¡el gusto que va a tener cuando me vea! Entretanto, gozaba yo íntimo deleite con el fracaso del padrastrillo.
La buena y plácida señora de Dumais no puede creer a sus ojos ni a su oído desde hace veintitrés años que Francisca está en el mundo. Conserva el asombro de una gallina que ha empollado un huevo de pato creyendo empollar uno de su raza. No es posible volver jamás de esas sorpresas... Pobre señora Dumais. 7 de octubre.
Palabra del Dia
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