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Dichoso el que, trayendo formado su corazon y preparado su espíritu á todas las sorpresas y al estudio atento de todos los prodigios y fenómenos de la civilizacion, tiene la fuerza de resistir, sin dejarse deslumbrar, á esa fascinacion que todo lo desconocido y lo grande ejercen sobro las almas impresionables y sencillas!

Los dos motivos de conversación general eran las carreras, sus accidentes y sorpresas, y los puestos de significación política que aún faltan por llenar. Se hablaba al mismo tiempo de «Vadarkblar» y del futuro intendente, de «Saint Emilion» y del nuevo jefe de policía, de «Sangre Azul» y del que llenará la vacante de la dirección de Correos.

Fue un momento, un momento de vértigo nada más; pero en tan corto espacio creyó que la habitación danzaba como una peonza, que el techo descendía hasta apoyar en su cabeza su peso irresistible; vio obscuridad y luces a un mismo tiempo; experimentó frío y calor; sintió una bola extraña que se le atascaba en la garganta, y en un instante pasaron por su imaginación, como relámpagos lívidos, todas las escenas de novela que había leído, con sus terribles descubrimientos y sorpresas aplastantes.

Y durante dos horas, el padre y el hijo habían marchado casi corriendo, sin sentir cansancio, aguijoneados por el miedo, saliéndose del camino cada vez que sonaba a lo lejos un rumor de voces, un galope de caballo. ¡Ay, el viaje cruel con sus dolorosas sorpresas! Esto era lo que le había matado.

De la sombra que proyectaban los tejados, a lo largo de las paredes, salían carcajadas hombrunas y agudos chillidos de mujer. El señor Pacorro, el Águila, continuaba inmóvil en un poyo, rasgueando su guitarra con la serenidad de una borrachera grave, a prueba de toda clase de sorpresas. ¡La pobrecita Mari-Cruz lloriqueó Alcaparrón. ¡La va a matá el bicho! ¡La va a matá!...

Mientras su alma se encogía ante el recuerdo, su cuerpo se inclinaba con una atracción material hacia aquel otro cuerpo, buscando instintivamente el contacto que hacía reflorecer su juventud con una nueva primavera; primavera triste, como lo son las sorpresas del destino, pero más dulce que las horas cenicientas de la soledad.

Febrer, admirado de que se supiesen tan pronto sus propósitos, no se atrevió a negar. , era cierto. Sólo a Toni quería confesarlo. El contrabandista hizo un gesto de repulsión, al mismo tiempo que sus ojos, acostumbrados a las mayores sorpresas, revelaban asombro. Haces mal, Jaime; haces mal. Lo decía gravemente, como si estuviera tratando un asunto solemne.