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De todos modos, tal vestimenta se avenía mal con la pobreza de la esposa de Luquitas. «¿No ha venido anoche tu marido? le dijo Benina, sofocada de la penosa ascensión. No, hija, ni falta que me hace. Déjale en su café, y en sus casas de perdición, con las socias que le han sorbido el seso. ¿No te han traído nada de casa de tus suegros? Hoy no toca. Ya sabes que lo dejaron en un día y otro no.

Y levantando la voz un poco, dijo volviendo el rostro hacia el caballete: Pero, María, ¿no vienes?... Mira que se está enfriando el ... Apareció entonces la Valdivieso por el laberinto de monerías y riquezas artísticas que llenaba la pieza, y vino a sentarse junto a Carmen Tagle, muy sofocada y echando por los ojos relámpagos de ira.

Cuando su tía tomó respiro dejándose caer sofocada en la silla próxima a la mesa, Maximiliano rompió a hablar a su vez; pero no era aquello razonar, era como si cogiera su corazón y lo volcara sobre la cama, lo mismo que había volcado la hucha después de cascarla.

Al verle despierto y de pie, los niños hicieron esfuerzos por ocultar sus risas. Debían haber pasado muchas veces ante su asiento, contemplando cómo se agitaba y hablaba en voz baja sin dejar de dormir. La risa sofocada de los tres y de la institutriz le hizo abandonar el puente, bajando á los salones del paquebote.

El notario retrocedió, reculando, hasta el rincón más oscuro de su cuarto, con los ojos desmesuradamente abiertos, la mirada extraviada, y extendiendo hacia adelante los brazos, como para rechazar a un enemigo. Castañeteando los dientes, murmuró con voz sofocada, como en las novelas de Javier de Montepin: ¡

Por su parte, Katel iba y venía muy sofocada, sin decir nada, y Lesselé, con aire pensativo, lo hacía todo con medida y compás.

La de Huidobro, que había entrado al desierto por frente a San Luis, salió en derechura a Córdoba, y a su aproximación fué sofocada una revolución capitaneada por los Castillos, que tenía por objeto quitar del Gobierno a los Reinafé, que obedecían a la influencia de López.

Y las frases incisivas y groseras volaban de boca en boca, mientras el jugador, como un notable comediante, seguía parodiando la escena breve en la cual aquella D.ª Feliciana que ahora reía con tanto gozo, había salido á la calle toda sofocada con una bandeja de confites, prodigando á la condesa las más extremadas y serviles lisonjas.

¿En este? dijo la mona, bailando el zapateado en el limpia-barros del cuarto de la izquierda. Porque todos los pisotones de menos que le demos al nuestro, eso vamos ganando. ¿Sabe, señora, sabe?... agregó Papitos, que a pesar de venir sofocada de tanto correr, seguía bailoteando en el felpudo ajeno . ¿No sabe lo que hay allí?

Cuando estuvieron solos en el cuarto que servía de vestuario a María, estalló la cólera de esta. Eres un insolente, un infame exclamó con voz sofocada por la ira ¿Qué derecho tienes para tratarme de esta suerte? El quererte respondió Pepe Vera con flema. Maldito sea tu querer dijo María. Pepe Vera se echó a reír. ¡Lo dices eso como si pudieras vivir sin él! dijo volviendo a reír.