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Actualizado: 26 de julio de 2025
El conde Segismundo era arrogante, pero alegre y franco: gustaba de la guerra y de la mesa, y era poco aficionado a los libros y a la soledad, no ocupaba las noches en sombrios desvelos; las suyas estaban consagradas a los festines y a las diversiones. No se le veia ir errante por las montanas o por los bosques, como uen lobo silvestre, no huia de los hombres ni de sus placeres.
Fatigado de saltar setos y regatos y de trepar por cerros y colinas, tornaba hacia su casa una mañana el huésped de don Silvestre, con la escopeta al hombro y sin haber podido matar más que dos gorriones y una calandria.
Hijo de empleado, desde sus primeros años ha sido víctima de esa vida nómada de pájaro silvestre, de esos múltiples cambios de residencia que hacen pequeños sin patria de los hijos del funcionario público.
Cada cual llevaba sus presentes a los novios: Jerónimo, unos zapatitos para Luisa; Materne y sus hijos, un gallo silvestre, la más ardiente de las aves, como es sabido; Divès, varios paquetes de tabaco de contrabando para Gaspar, y el doctor Lorquin, una canastilla de fina ropa blanca. Las mesas estuvieron puestas para todo el mundo y las hubo hasta en las trojes y bajo los cobertizos.
Todo tembloroso, balbuceó azorado: ¡Traigo noticias para su señoría! Noticias de considerable importancia. Mi nombre es Silvestre... Silvestre Juliano y C.ª... Un criado servicial de vuestra excelencia... Llegaron en el correo de Southampton... Nosotros somos Corresponsales de Traigand, y C.ª de Hong-Kong.
Tiene razón el buen hombre exclamó á poco rato el bonachón madrileño. El infeliz no tendrá, tal vez, comida para mañana; y de él no ha salido la idea de hacerme reo de semejante delito.... Llámale, Silvestre, que voy á gratificarle.... No te apures, hombre de Dios; yo los conozco mejor que tú ... y no son tan suaves como aparentan.
Don Silvestre era llanote y sencillo; oyó estas palabras con los oídos del corazón, y todas las proposiciones del personaje fueron aceptadas, menos la de sentarse á la mesa á distintas horas que él, pues de esta suerte hubiera creído ofender la generosidad y delicadeza de su amigo.
El silencio impuesto por la llegada de don Silvestre y su amigo, volvió á alterarse en breve, en cuanto el último, siempre propenso á gozar con tales cuadros, se mostró muy satisfecho en medio de la concurrencia, y le dirigió algunas palabras en son de broma.
Después, acumulando en su rostro todos los rasgos de desdén y acritud de su gran repertorio, dijo: ¡Ah! señor don Silvestre, con mucha razón le sorprenden á usted los despropósitos de este joven; pero no tiene usted en cuenta que ha vivido hasta hace poco en el más lamentable extravío. Ya se corregirá; hay una persona que ha tomado á cargo su educación, y creemos que logrará el intento.
La del suceso que me has contado añadió don Silvestre, dirigiéndose á su amigo. Adelante contestó éste, más interesado ya en saber el objeto de la visita.
Palabra del Dia
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