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Actualizado: 26 de julio de 2025
Paulita no contestó; y otro menos bruto que el Padre Silvestre hubiera comprendido que aquella extemporánea consulta teológica la contrariaba mucho en tal momento. El instinto femenino se sublevó allí contra toda la unción consuetudinaria de la santa.
Roncaba el ama de llaves, roncaba don Silvestre, roncaban los criados y el gato y el perro; silbaba el viento, bramaba la cellisca contra las inseguras ventanas, y más que visión placentera, parecía aquel cuadro escena de conjuro, ó ensueño de calenturiento. ¡Entonces sí que pensó en su gabinete de Madrid y en los salones del mundo y en el teatro de la ópera!...
¿Ya se van ustedes? dijo el clérigo, que no veía la hora de que se marcharan, porque desde la cocina llegaban á sus narices los olores de la olla de carnero que le estaban preparando. Mi señor don Silvestre dijo Paz, no podemos detenernos, porque ahora no somos libres. Nos hemos echado encima una carga muy pesada: la tutela y educación de una joven que nos dará muchos disgustos. ¿Qué es eso?
La florecilla silvestre por poco se muere aquí de asfixia física y moral. Nuestro viaje fue bueno y velé por ella con cuidados de nodriza. Reíame para mis adentros y, sin embargo, me sentía asaltado por mil temores quiméricos.
Nada de particular halló don Silvestre por las calles, fuera del ruido de los carruajes y del incesante movimiento de la gente. Teníale el estrépito ensordecido, y tan atolondrado, que tropezaba con todos los transeuntes, y rompió siete cristales de otros tantos escaparates por huir de los coches, pensando que le atropellaban.
El monge aleman Gerberto, que despues llegó á ser pontífice con el nombre de Silvestre II. Vino á Córdoba, dice en su Crónica el monge Ademaro, causa sophiæ, pues rivalizando en el cultivo de las ciencias y de la literatura los árabes, los cristianos y los judíos, llegó verdaderamente esta ciudad á convertirse en una nueva Atenas.
Algunos meses después de este discursillo, ganó don Silvestre el pleito gracias á las oportunas recomendaciones de su fiel y buen amigo, que nunca se olvidó en Madrid del noble corazón del mayorazgo.
La isla que forman estos dos rios, se halla cubierta de hermosas plantaciones de bananos, de mandioca y de otras varias frutas, como el cacao, que tambien se cria silvestre en los boscages de la ribera, dando cada año abundantes cosechas. Despues de haber seguido durante medio dia los innumerables rodeos del Ivari, se llega al Mamoré.
Quedó pues, instalado en la casa el mayorazgo, revolviéndose en ella con el mismo desembarazo que si en ella hubiese nacido. Los extremos se tocan. La falta de aprensión de don Silvestre le prestaba la desenvoltura que á veces no dan las preocupaciones del gran mundo.
Lugares hay en que la población se alimenta exclusivamente de miel silvestre y de algarroba, como de langostas San Juan en el desierto. El llanista es el único que ignora que es el ser más desgraciado, más miserable y más bárbaro, y gracias a esto vive contento y feliz cuando el hambre no lo acosa.
Palabra del Dia
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