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Actualizado: 26 de junio de 2025
Silvestre Antonio de Roxas no es nombre supuesto; porque D. Gaspar Izquierdo afirma que lo conoció en Cadiz, en tiempo que le comunicó en substancia lo mismo; y se lamentaba del poco caso que se habia hecho de materia tan importante.
De todas maneras, el aldeano había desaparecido, y los buenos deseos del madrileño quedaron sin realizar; pero don Silvestre tuvo que aceptar de su amigo una moneda de oro para entregársela al pobre labrador lo más pronto posible.
Lo mismo fué hincar sus dientes en el gélido amasijo, que revolverse en el café el ruido de un huracán. La inesperada impresión del frío del sorbete produjo en don Silvestre los efectos más estrepitosos.
No las compadezcas: la rosa silvestre que nace á orilla de un fragante naranjal no sabe tampoco por qué agrada su sencillez y por qué aquellos árboles son tan hermosos; pero esto no impide que ella sea flor, y que otro terreno menos privilegiado solo produzca espinos. Descansan en columnas de mármol con capiteles moriscos de selectas formas, todos entre sí diversos.
DON SILVESTRE. Tío Merlín, usted es un tunante; ¡y si no fuera por sus canas!... MERLÍN. Señor de Seturas, usté me falta.... No hay en el pueblo naide que se atreva á dudar de mis palabras. DON SILVESTRE. Tampoco ha habido nadie que haya querido romperle el alma, y por eso tiene usted embrollado y revuelto al vecindario.
Por más que á don Silvestre repugnara el desprenderse de sus cómodos hábitos, al día siguiente tuvo que empaquetarse en los nuevos que le trajeron de una elegante ropería; pero como el diablo las carga, si bien, con trabajillos y todo, parecieron pantalón, levita, chaleco y sombrero, para las piernas, tronco, cuello y cabeza hercúleos de don Silvestre, no hubo un par de botas para sus pies en toda la corte, pues, como decían los zapateros á quienes se acudió, «hormas de tal tamaño no se hacían en Madrid sino de encargo».
Las tradiciones que hay en Chile, de lo que declararon allí dos hombres que salieron de dicho pueblo, á los 30 años de fundado, acreditan que no es fábula, y se conforman con el derrotero de Silvestre Antonio de Roxas.
Claro ejemplo de esto nos presta la indicada por su título al frente de este articulito. Don Pío Baroja, sin querer acaso, pensando en muchos libros extranjeros que sin duda ha leído, se ha puesto a escribir y ha escrito las aventuras de Silvestre Paradox, y ha renovado, como puede ser renovada en nuestros días, con diversos trajes, usos, costumbres y aficiones, nuestra antigua novela picaresca.
Tal era Juan Claudio Hullin. Era un hombre de la vieja cepa gala, apasionado por las aventuras extraordinarias y las empresas heroicas, pero aferrado al trabajo por el sentimiento del deber desde el día primero del año hasta el día de San Silvestre.
Lázaro no atendía al gentío ni á los santos ni á nada. El despecho por encontrarse allí mal de su grado le ocupaba todo. En el otro balcón hacía don Silvestre detallado relato de las cofradías, pendones, estandartes, imágenes y corporaciones que iban desfilando.
Palabra del Dia
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