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Actualizado: 6 de julio de 2025


Si el otro compraba una jaca española cruzada, ya estaba Ramoncito vendiendo la suya inglesa para adquirir otra parecida; si le daba por saludar militarmente llevándose la mano abierta a la sien, a los pocos días Ramoncito saludaba a todo el mundo como un recluta; si tomaba una chula por querida, no tardaba mucho nuestro joven en pasear por los barrios bajos en busca de otra.

Fértil región, alhaja desprendida de las ondas de un mar que no te arredra, entre árboles gigantes escondida y entre murallas de granito y piedra. Mas , Cristóbal, por el ancho espacio lanzando tu mirada, de ricas esmeraldas y topacio labrada viste la inmortal aureola, que la sien del hispano tornasola.

Todavía respiraba... Un tiro en la sien. Se contrajo el cuerpo bajo un estremecimiento final. Luego quedó inmóvil, con la rigidez del cadáver. Sonaron voces, formaron las dos compañías en columna, y al ritmo de sus instrumentos fueron desfilando ante el cuerpo de la muerta. Del lúgubre carruaje sacaron los hombres enlutados un féretro de madera blanca.

Ese mundo es tu gloria y tu corona, el que con lauros, mil tu sien circunda el que del polo a la abrasada zona con tu nombre sin par la tierra inunda. Cuba, Lucayas, Háiti, Dominica, Boriquén y Jamaica, Trinidad, Guadalupe y Martinica son de tu honor los timbres sacrosantos y el sublime ideal de nuestros cantos.

De pronto, se vió el príncipe al otro lado de la cama, junto á Alicia. Los dos acabaron por sentarse maquinalmente en el borde, dejando á sus espaldas la sábana olvidada. Tomó una mano de ella sin darse cuenta de lo que hacía. Luego se aproximó tanto á su rostro, que uno de los rizos de la revuelta cabellera le cosquilleó en una sien.

Pepe estaba en el descansillo de la escalera tendido poca arriba: había dejado el bastón apoyado en la pared: el sombrero debió de tirarlo porque se halló en el tramo de abajo: se disparó en la sien derecha, en la cual se veía un agujero muy pequeño de donde manaba un hilo de sangre que se escurría metiéndose entre la camisa y el cuello... ¡Qué cosa tan horrible!

Vió de pronto el rostro de la muerta puesto de perfil, con un ojo que se torcía hacia él graciosa y malignamente, lo mismo que Ojo de la mañana debía mirar á su dueña mientras desarrollaba sus danzas misteriosas en la vivienda asiática. Ulises concentró su atención en la sien pálida del fantasma, cosquilleada por la caricia sedosa de sus bucles.

¡Bueno! exclamó por último en tono distraído e indiferente . Me voy, chico.... ¿Quieres algo para la calle? El joven dió la vuelta y preguntó con sorpresa: ¿Ya? Ya repuso la dama con exagerada firmeza. El joven avanzó hacia ella, le echó suavemente un brazo al cuello, y levantando con la otra mano el velito rojo le dió un beso en la sien. ¡Que siempre ha de pasar lo mismo!

Además, si hace uso de su gran poder sobre el cardenal, es para evitarles las chillerías de Su Eminencia, que muchas veces, en sus ratos de dolor furioso, quiere arrojar copas y platos a la cabeza de los familiares. ¿Por qué se han de meter con ella? ¿Les hace algún daño acaso? Cada uno en su casa, y al que sea malo ya lo castigará Dios. Se rascó la sien, como vacilando una vez más.

Prefería los de mujeres: damas de melena corta y rizada, con un lazo en una sien, como las que pintó Velázquez, caras largas del siglo siguiente, con boca de cereza, dos lunares en las mejillas y una torre de pelo blanco. El recuerdo de la basilisa parecía esparcirse por estos cuadros. Todas las damas tenían algo de ella.

Palabra del Dia

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