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Actualizado: 6 de julio de 2025


Con la sonrisa en el labio Y con la miel en el alma Un dia tuve de calma Al presentir la amistad. Falsedad! Sus manos estaban frias, Yertas quedaron las mias Y volví á la soledad. Culto á la patria rendí, Y por conquistar un nombre Que lustre diese á mi nombre Combatí por su pendon. Ilusion! Alcancé lauro bastardo, Y una corona de cardo Fué todo mi galardon. Azoten mi sien tus alas!

A tientas y a gatas, perdiendo sangre, buscó el revólver, caído en la maleza, lo cogió de nuevo, y se disparó otro tiro, en la sien esta vez... Cayó de espaldas, los brazos en cruz y quedó inmóvil; del horrible agujero de la frente, el hilo de sangre corría, manchando sus cabellos rubios, y en el pecho, el líquido rojo se coagulaba sobre la blanca camisa.

Tenía en la sien derecha una fuerte contusión, producida sin duda por el golpe dado al caer, y en el lado izquierdo del cuello una tremenda puñalada que le dividía por la mitad la arteria carótida. Un gran torrente de sangre, que de allí había brotado empapaba su ropa y humedecía la tierra.

En tanto el Corsario la costa admirando Saluda aquel rio de gracia inmortal, Y en alto levanta, su sien desnudando, Tres fajas de blanco y azul celestial. Y dice las islas y el bosque mirando: «Lavalle y sus bravos aquí me hallarán, «Y el rio en mi barco, veloces pasando, «Mi vida y mi barco por suyo tendrán

Abrió su bolso para dar un duro al empleado. ¿No podía traer más cirios?... El hombre se rascó una sien. ¿Cirios? ¿cirios?... En los enseres de la plaza no creía encontrarlos. Pero de pronto se acordó de las hermanas de un matador, que traían velas siempre que toreaba éste. Las últimas apenas se habían consumido, y debían estar guardadas en algún rincón de la capilla.

Así se pasan los serenos dias Y uno por uno bajan de la sien, Y al levantarlos de la tierra fria, Polvo y ceniza son ellos tambien.

Así el guardian que vela sobre el hombre Si en su frente el polvo sombrear, Tendiendo el ala, cual la seda blanda, Quiere la mancha de su sien borrar. Aquellos versos fueron líneas truncas Que en arenas movibles escribí, Al borde del torrente de la vida, Y que borradas por un soplo .

Lo que ocurrió fue el resultado de la fatalidad más deplorable. La bala que disparó el gaucho penetró por la sien derecha en la cabeza del pobre joven y le dejó muerto en el acto. Grande fue el pasmo y profunda la lástima de todos los cómplices en aquel horror. El mismo Pedro Lobo, disipada de pronto su cólera, se sintió afligido.

Siguió sentada en la silla y con la sien pegada al cristal, aturdida, llena de confusión y vergüenza como si ella fuese la culpable. Al cabo de algunos minutos, estando con la mirada fija, atónita, en el parque vió correr otra sombra con extraña velocidad hacia la casa. No pudo reprimir un grito de espanto. Quedó en pie como si la hubieran alzado con un resorte.

Dijo sus últimos versos, y, entre sus sueños dispersos, lloró sus últimos versos. Postrer copa... Dió un suspiro y se suicidó de un tiro en la sien... ¡Postrer suspiro! Cayó al suelo la pistola y al cristal dió una aureola el humo de la pistola. El rodó bajo la mesa con se desgracia inconfesa, bajo el mármol de la mesa...

Palabra del Dia

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