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Actualizado: 6 de julio de 2025
Delante de los ojos la tenía, tendida en el suelo, inmóvil, helada, con esa monstruosa mancha de sangre en la pálida sien, y una ansia mortal lo sofocaba, porque quería creer que la muerte no la había destruido enteramente; quería creer que su alma milagrosa vivía aún, velaba sobre él, le repetía sus palabras de fe y perdón; pero no podía, porque si la voz suave que todavía le hablaba al oído le persuadía de que sí, la ultrahumana vida de aquella alma no bastaba a consolar su existencia: sus ojos mortales tenían necesidad de ver; sus oídos mortales tenían necesidad de oír, sus manos necesitaban estrechar aquellas otras manos, tocar el ruedo de aquella falda, ¡y esa necesidad iba a quedar satisfecha para siempre! ¿Perdonar a los asesinos? ¡Su deber era vengarla!
Tus nobles hijos al mirar su busto Del polvo alzaron la humillada sien, Y levantaron con robustos hombros El ara santa de ochocientos diez. «Venganza al pueblo!» prorrumpieron todos «Palmas al mártir que murió con fé! «Gloria al que caiga en medio del combate! «Gloria á los hijos de ochocientos diez!»
La contusión de la sien le hizo recordar de pronto con una picazón dolorosa su propósito de consultarle. Salió del café despidiéndose de sus compatriotas con rápido saludo, y alcanzó al doctor, para mostrarle el lívido chichón. Rio bondadosamente el alemán al examinarlo. ¿También él había sacado su parte de la fiesta de la noche?
¿Pero no está...? preguntó la dama llevándose a la sien su dedo índice. A saber...
Feliz el que pueda del cándido velo Alzar el estremo que cubre la sien, Porque ese, olvidando las penas del suelo, La luz habrá visto del mágico Eden. Feliz el que pueda con él envolverse Y dar estasiado su espíritu á Dios, Y ver á la tierra de vista perderse, Cual ave que asciende con ala veloz.
Arrimose al sepulcro de Diego del Aguila, apoyando su sien contra el muro, como si esperara un consejo de aquel antiguo caballero de su linaje, dormido allí dentro, en la honra. La gente salía por todas las puertas de la iglesia. Ramiro vio que su rival se estacionaba junto a una pila, con los dedos puestos al borde, esperando seguramente a Beatriz. ¡Es fuerza vencer aquí mesmo! se dijo.
El antiguo jardín sólo os pide otra vez, por su nueva eclosión, que tengáis para él una eterna canción, una voz de querer, un espíritu afín y una sed de habitar con la Reina Ilusión. El vivir es el hoy; nadie sabe el después: ¿a qué tristes vivir, a qué solos vagar sin un lazo de unión que nos pueda estrechar y, aunque herida la sien y maltrechos los piés, nos dé amor de vivir, de soñar y cantar?
Ella me mordió un brazo, mira... todavía está aquí la señal; pero yo le dejé sellaíto un ojo... todavía no lo ha abierto, y le saqué una tira de pellejo ¡ras!, desde semejante parte, aquí por la sien... hasta la barba. Si no nos apartan, si no me coges tú a mí por la cintura, y Paca a ella, la reviento... creételo. Ya me acuerdo de aquella trifulca dijo Fortunata mirando a su compañera con miedo.
Ojeda, al estrecharle la mano, se fijó en su tendencia a volver la cara hacia el mar, rehuyendo el lado izquierdo, y con súbito movimiento le hizo ponerse de frente. Pero criatura ¿qué tiene usted ahí?... Señalaba, riendo, una hinchazón lívida de la sien que se extendía hasta un ojo. No es nada balbuceó Isidro ; poca cosa... Ya le explicaré.
Sublime abrazo inmenso Rodeado por las balas, En medio al humo denso; Bajo las negras alas De la terrible muerte Y con la sien inerte Ceñida de laurel! Y al abrazar la tierra Con ánimo esforzado, Su alarido de guerra Por el viento llevado Resonó en los hogares, Y en los undosos mares, Cual voz de redencion.
Palabra del Dia
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