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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Vino el revisor, escuchó la proposición de la faz redonda y la halló un poco grave. Era comprometido para el maquinista y para él; ya les habían reprendido severamente por actos semejantes; el servicio se interrumpía; los viajeros se quejaban; se perdían algunos minutos... La mujer escanció un vaso de vino, y se llegó con él a reforzar los argumentos de su consorte. Negocio terminado.
La culpa la tienes tú añadió severamente doña Lupe, en la puerta , porque te pones a jugar con ella, le ríes las gracias, y ya ves. Cuando quieres que te respete, no puede ser. Es muy mal criada. La tía y el sobrino hablaron un instante. «¿También vendrás tarde esta noche? Mira que las noches están muy frías. Estas heladas son crueles. Tú no estás para valentías». No, si no siento nada.
Señora, de poco sirve creer si se obra como si no se creyera replicó severamente el excusador, a quien había herido el tono agresivo de la dama, tan contrario a la humildad de antes. Tornó a ponerse colorada y bajó los ojos afectando de nuevo una gran contrición.
No la he visto hace un siglo... ¡ni ganas! respondió con reprimido acento de cólera, puestos los ojos en el techo. Soledad le contempló fija y severamente largo rato; luego, alzando los hombros, hizo una leve mueca de desdén. Manolo adivinó esta mueca sin verla y volviendo su rostro turbado: Dispensa, hija; no puedo remediarlo... Tu madre me ha hecho mucho daño. ¡Qué niño eres, Manolo!
Toda la noche había estado inquieta en el lecho, regando las almohadas con sus lágrimas. Por la mañana había sido aún necesario violentarla para llevarla al ferrocarril. Y ahora, en aquel antiguo castillo, frío, húmedo y desolado, continuaba rebelándose. No lo hacía en voz alta, porque tenía miedo á su tía, pero en el fondo juzgaba severamente su manera de obrar.
Era el pobre Miguel que, después de haber trabajado como un héroe para contener la risa, poniéndose colorado como un pimiento, había reventado al fin, con gran dolor de su alma. Su tío le clavó una mirada capaz de dejarle seco en el acto; los demás le miraron también severamente y con asombro; nadie dijo nada, sin embargo.
El señor Stevens respondió que la legislación de su país protegía la libertad individual hasta en sus abusos. Eso está muy bien dijo el doctor sonriendo . ¿Y a las aventureras? Se las trata un poco más severamente. ¿Aun cuando tengan cinco o seis millones de capital? Si conocéis muchas de esa especie, enviadlas todas a Inglaterra.
Al salir de una comida ó de una representación se embarcaban en el Támesis ó recorrían cincuenta leguas en ferrocarril para ir á cazar zorros y volvían frescos y contentos cuando habían roto algunos remos ó reventado algún caballo. Su padre les envidiaba, pero él estaba severamente sujeto por miss Harvey, que no lo dejaba hacer todo lo que quería.
Gracias mil por el favor, señor hidalgo, repuso ella soltando su brazo y mirándole severamente. ¿Es decir que no solo sentís haberme encontrado en vuestro camino sino que me llamáis en suma diablo predicador? Cuidado que mi padre es violento cuando se irrita, pero ni aun él me ha dicho jamás cosa semejante. Tomad ese camino de la izquierda, señor de Clinton, que yo no soy buena compañía para vos.
Libre de ambicion, y sobre todo severamente aleccionado por el trágico fin de su hermano y de su padre, rehusó por mucho tiempo la peligrosa dignidad que le ofrecian, sin llegar á ceder nunca sino ante la consideracion de que asi lo exigia la causa de su patria. Al fin aceptó y tomó la direccion de los negocios del gobierno.
Palabra del Dia
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