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Meléndez castiga severamente al degenerado joven, pero cree al mismo tiempo que ningún hijo es capaz de cometer tales atentados contra su padre, é intenta averiguar de Elvira si ha sido otro el que lo engendró. Espíala en sueños, y sabe entonces la afrentosa astucia de su alférez Gómez de Melo.

El auditorio guardó silencio, dando tiempo para que estas notables palabras penetrasen lenta y profundamente en su espíritu. El tío Leandro las rebatió al fin severamente. Cuando se habla una cosa, Celipe, es porque se sabe. ¿Sabes , por un si acaso, que han de levantar los trigos dos palmos? Es un decir, tío Leandro. Bien, pero ¿se sabe o no se sabe? Nadie chistó.

D. Jacinto de la Mota jamás fue hipócrita ni falso en sus devociones, ni en la austeridad de su vida. Educado severamente, muy correcto en todo y guiado por el santo temor de Dios, cumplía con sus deberes, sin el menor asomo de jactancia.

Sólo quedaban algunos tripulantes, y el mismo oficial que le había hablado corría ahora de una borda á otra, dando órdenes en el vacío. ¿Qué hace usted aquí? le preguntó severamente . Embárquese en seguida. El buque va á hundirse en unos minutos. Así era.

Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada, dijo severamente: ¡Parece mentira que hombres de juicio hablen así!

Se os manda... se necesita que seáis capitán dijo severamente la dama. ¡Ah! ¡de ese modo! Id, pues. Una palabra. ¡Qué! ¿Sois dama de la reina? No, soy su menina. ¡Ah! su menina... y vuestro nombre, vuestro adorado nombre. Doña Clara Soldevilla, hija de Ignacio Soldevilla, coronel de los ejércitos del rey contestó la dama. ¡Ah! no en vano os llamáis Sol... Pero concluyamos, caballero.

Perdone usted dijo al cogerlo y guardárselo en su sucia y desflorada cartera.... La palabra de usted bastaba. Al pronto le desconocí; pero ahora recuerdo muy bien de su fisonomía, y caigo en la cuenta de que le conozco mucho, y también he conocido a su padre, señor de Artegui.... Pues si me conoce repuso severamente el viajero , sabrá que gasto pocas palabras ociosas.... Abur.

A la mañana siguiente, Paula, por orden de su señora, llevó a la niña al cuarto de la plancha, la sentó en una silla alta y pidió las tijeras a la doncella, que cosía al pie del balcón. ¿Qué vas a hacer? preguntó Josefina. Cortarte el pelo. ¿Por qué?... Yo no quiero que me cortes el pelo. Y se bajó resueltamente de la silla. Paula tornó a alzarla. ¡Quieta! le dijo severamente.

Pero, ¿qué ha sido? preguntó sin bajar la voz lo suficiente, olvidándose del sueño de su esposa, pensando cosas muy extrañas. No grite usted, hombre dijo la alemana muy severamente. Bonis acercó el rostro al de su mujer. Duerme dijo Körner. ¡Dios lo sabe! pensó Bonis.

En efecto; pero como yo he pensado buscaros á vos, antes que vos pensárais en buscarme á mi, me corresponde de derecho empezar primero. Y empiezo... pidiéndoos la mano, que el corazón no, para un amigo mío. Si volvéis con ese enojoso asunto... dijo severamente doña Clara.