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Actualizado: 11 de mayo de 2025


El portero acababa de abrir la verja y el automóvil de la casa, tras un retroceso para reanudar su marcha, entraba lentamente por la avenida principal del jardín. Corrieron los jóvenes, seguidos por el aña, hacia la entrada del hotel, para salir al encuentro de doña Cristina. Al descender ésta del automóvil y ver á Pepita con el ingeniero, miró severamente al aña.

Y el buen muchacho, obediente a la voz de su tío, púsose en pie, y empuñando un enorme tenedor y el afilado trinchante, hizo una carnicería que elevó protestas. Doña Manuela le miró severamente. Pero ¡cuán desmañado era! Don Juan intervino, viendo que su sobrino se conmovía: Vaya, otra vez lo hará mejor el chico, ahora... a lo que estamos.

Misia Casilda y don Pablo acudieron en su defensa... Toma, toma, para que aprendas y veas dónde pones las patas otra vez. ¡Quilito! dijo severamente la tía. Don Pablo consiguió quitársela de entre las manos, y el joven vociferó que se iba a su cuarto, a encerrarse, y que no quería ver a nadie, pues odiaba al mundo entero.

Después de cuatro años de gobierno, y sin la más leve fórmula de cortesía, se vió destituido don Manuel Guirior, trigésimo segundo virrey del Perú, y llamado a Madrid, donde murió pocos meses después de su llegada. Vivió una vida bien vivida. Así en el juicio de residencia como en el secreto que se le siguió, salió victorioso el virrey y fué castigado Areche severamente.

Surgiendo en la puerta, don Fernando observó severamente a su alegre consuegro: ¡Pero vizconde! Os olvidáis de vuestro rango... ¡Un francés no se olvida nunca de su rango ni en los torneos ni en las batallas! Sois un embajador y parecéis un juglar... ¡Y vos sois un grande de España y parecéis un fraile mendicante! Me insultáis... Decid más bien, ¡nos insultamos!

La razón es que se aburría sola, y mi padre le proporcionaba distracción y divertimiento. Y, en efecto, por divertirse, maquinó un plan maligno y agudo, y fué que, como mi padre en su vecindad se ponía en estado de excitación poética y todo le salía en verso, ella le prohibió severamente que dijese nada rimado: «La poesía es salsa que fatiga la digestión.

¿Qué significa este conocimiento que tenéis con don Francisco de Quevedo, prima? dijo severamente la abadesa. Le conozco desde que era muy joven contestó con desdén doña Catalina. Pero no creo que le conozcáis lo bastante para acompañaros con él.

Procuraban, no obstante, los invasores, que la verdadera situación de la ciudad se desconociese fuera de ella, y aun se esforzaban por ocultar cuanto podían, aquí mismo, los estragos del mal, y así, pues, ni se insertaban noticias en la Gaceta de Sevilla sobre este punto, ni dejaban salir correspondencia que del daño tratase, castigando muy severamente á los que propagaban por cualquier medio el conocimiento de aquellas miserias.

Cada teja de su techo y cada terrón de sus campos estaba empeñado; sobre cada espiga que maduraba estaban fijos los ojos desconfiados de su madre, que vigilaba severamente para que los réditos no se atrasaran un minuto. ¿Acaso no estaba en su derecho? ¿Podía él exigir que lo quisiera con mayor cariño que a sus otros hijos?

Veamos las otras dos composiciones que pintó de asunto cristiano, y nos persuadiremos de que sin dejarse absorber por el ascetismo lúgubre que dominó a sus contemporáneos, sabía expresar poética y severamente lo religioso.

Palabra del Dia

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