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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Y disponíame yo a seguir su ejemplo, cuando Sofía Jansien salió al paso. No tiene usted la menor atención para las antiguas amigas me dijo haciendo monadas. Apenas me ha saludado usted esta noche, y su bella Luciana lo guarda tan severamente, que no se le ve a usted por ninguna parte... Ni siquiera me ha anunciado usted su boda.
Repetidas veces lo había dicho en alta voz. El cocinero estaba harto de saberlo. ¿Por qué, pues, lo mandaba a la mesa? Indudablemente por molestarla, por inferirle una ofensa. Esta patética consideración la enterneció de tal modo que estuvieron a punto de saltársele las lágrimas. De todos modos él cuidaría severamente de recordárselos.
Una hermosa niña de ojos azules y flotante cabellera dorada apareció en la puerta, conducida por una doméstica. ¡Oh, qué tarde! exclamó la señora de Quiñones. ¿Por qué ha tardado usted tanto en traerla, Paula? añadió severamente.
Los indios tratan regularmente a sus mujeres, y las tienen como muy inferiores a ellos, y las obligan a todo género de trabajo, así en sus chacras en las labranzas y carpidos, como en sus casas en hilados y traer a ellas todo lo necesario para la comida y disponerla, excusándose ellos cuanto pueden del trabajo y cargándole a la mujer, a la que no pocas veces maltratan inhumanamente, pareciéndoles le es lícito y pueden hacerlo, y de esto es rara la vez que la mujer se queja, aun sabiendo que la justicia castiga severamente a los que así se portan.
Ofendióse la duquesa, que acababa de vender su hijo y su ducado al señor López Moreno, y con mucha dignidad contestó severamente: ¡Oh, no, no, Pulido!... Ni el decoro se vende, ni tiene precio, ni necesitamos acá que venga la Villasis a damos lecciones...
Allí, con su enorme muñeca entre las rodillas y sentada en el suelo, parecía hablarle y no tardó Lady Clara en comprender que reproducía la entrevista ocurrida hacía unos instantes. Reprendió severamente a la muñeca, preguntándole sobre la duración de su estancia en la casa y acerca de la medición de los días y las semanas.
Si me engaña concluyó diciendo, con la frente fruncida y mirándome severamente , cuenta que te clavo un puñal en el corazón. Ahí va el puñal dije, sacando el que me habían regalado en el Fomento de las Artes y que llevaba por precaución en mis excursiones nocturnas . Te clavarás a ti misma clavando mi corazón añadí, sonriendo.
La dócil y vetusta zagala obedeció y alzándose de su asiento pasó por delante del mayordomo y Bartolo. Entonces el primero al cruzar la pellizcó en una pierna. Maripepa lanzó un grito. Regalado, con increíble malicia, se volvió hacia Bartolo y le amonestó severamente. ¡Cuidado, Bartolo! No hagas esas cosas, que todavía no tienes derecho á ello.
Luego, dirigiéndose al enfermero y a los guardas, les dijo severamente: ¿Han oído ustedes? ¡Cierren en seguida las puertas! Y añadió riendo: De lo contrario, yo y el doctor nos iremos inmediatamente a pasar el rato al Babilonia. Cuando se logró que Petrov se retirase a su aposento y se acostase, el doctor subió a sus habitaciones.
Tenía agachada la cabeza, de modo que el cuello de la camisa se le separaba un poco del pescuezo, en la parte de atrás, dejando algo como una rendija... ¡Pues por esa rendija sintió de pronto que se le colaba un líquido helado y le corría a lo largo de la espina dorsal!... Dio vuelta la cabeza dispuesto a castigar severamente al bromista, encontrándose con un apuesto capitán que tenía en la mano una botella de champaña «frappé»... ¡Era el capitán Pérez!... El lo increpó duramente pidiéndole su tarjeta para mandarle al siguiente día sus padrinos...
Palabra del Dia
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