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Actualizado: 28 de junio de 2025


En aquellas hojas encontraba grabados de ilustraciones reproduciendo los retratos de la artista, biografías y artículos de crítica relatando los triunfos de la célebre diva Leonora Brunna que éste era el nombre de guerra de la hija del doctor Moreno, retazos y más retazos de papel impreso en castellano puro y americanizado; columnas de letra apretada y clara de los periódicos ingleses, párrafos sobre el papel basto y sutil de la prensa francesa e italiana; compactas masas de caracteres góticos que turbaban los ojos de Rafael, e ininteligibles garabatos rusos que parecían caprichos de una mano infantil.

Hágame usted caso: olvide su idioma y adopte la ciudadanía de los Cuatro Caminos, que, después de la derrota alemana, es el país más lejano de donde se puede ser en Madrid. Antes de la guerra, España no creía en los rusos. ¿Un ruso? ¡Vamos, hombre! ¡Mire usted que un ruso! decían los madrileños. Entonces no había más que una persona que, de vez en cuando, recibiese algunos rusos en Madrid.

¿Adónde demonios vais tan de prisa? gritaba el cazador a los pastores cariacontecidos . ¿No tenéis vosotros confianza en las proclamas de los rusos y de los austriacos? Los campesinos, de mal humor, le respondían: ¡, ; ríase usted de las proclamas! ¡Ya sabemos lo que ahora valen!

En el momento de acusar a los dos rusos, había sentido una secreta turbación, una especie de temor de revelar su amistad por la Condesa; pero el sentimiento de pudor moral, que le impedía referir esa historia íntima, había sido ahogado y vencido por el ímpetu de la venganza.

«¿Pero a usted quién le recomiendale preguntó una noche Juan Pablo. A D. Claudio Moyano. Pues entonces ya está usted fresco. Dicen que traen al Príncipe... indicó Ramsés II con timidez. ; lo traerán los rusos... por las ventas de Alcorcón. Aviado está usted si espera a que venga el Príncipe... Aquí lo que viene es la liquidación social... y después, sabe Dios.

Aquellos señores no podían estar así con las ropas impregnadas de humedad, cansados y desfallecidos por una noche de lucha. ¡Pobrecitos, bastaba verles! Y colocaba sobre la mesa galletas, pasteles, una botella de ron; todo lo que podía encontrar en la despensa, y hasta un paquete de cigarrillos rusos con boquilla dorada que la hortelana miraba con escándalo. Déjalos, tía decía a la pobre vieja.

Llegaban entonces trenes de lujo directamente de Londres, de Viena, de Berlín, de todos los extremos de Europa. La plaza del Casino era una Babel; en torno del «queso» paseaban todas las razas y sonaban todos los idiomas. Ahora resultaba lamentable la ausencia de los rusos, jugadores fogosos, y también de los austriacos y los turcos.

Hullin, que había adquirido un aspecto muy serio, subiose en una pila de troncos cortados y, dirigiendo a la multitud profundas miradas, dijo en medio del mayor silencio. El enemigo ha pasado el Rin anteanoche y se dirige a la sierra para penetrar en Lorena: Estrasburgo y Huningue se hallan sitiados. Hay que suponer que dentro de tres o cuatro días veremos aquí a los alemanes y a los rusos.

Esta persona era Luis Morote, diputado a Cortes y periodista famoso por la longitud de sus artículos. Luis Morote había estado en Rusia; pero, sin embargo, no recibía directamente sus envíos. Los rusos se los mandaba Fabra Ribas, ya un poco adulterados, desde la redacción de L'Humanité, de París, adonde iban todos antes de venir a España.

Los rusos tienen tres baterías; una en la falda de Mittelbronn, otra en Las Barracas de lo alto, y la tercera detrás del tejar de Pernette, cerca del abrevadero; pero las balas candentes son las que hacen más daño, porque queman las casas de arriba abajo, y cuando el incendio se declara en alguna parte, comienzan a caer obuses a su alrededor, que impiden a las gentes extinguirlo.

Palabra del Dia

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