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Actualizado: 27 de junio de 2025
Pasaban rozando la verja algunas mujeres con la cabeza baja y la mantilla sobre los ojos. En las baldosas de la acera sonaban las muletas de un cojo, y más allá de la torre, bajo el gran arco que pone en comunicación el palacio del arzobispo con la catedral, reuníanse los mendigos para tomar sitio en la puerta del claustro. Devotas y pordioseros se conocían.
Cada vez que el hilo se deslizaba, rozando con el dedo gordo de la mano derecha del cura, Navarro daba un golpe. Era como el ritmo de un reló 17. Creeríase que los cuatro individuos formaban un mecanismo dentado construido para hablar ovillando, y para ovillar los segundos.
Sí te enfadarás; y yo quiero seguir siendo tu amigo... digo, tu amiga... ¡Cuando te digo que no me enfadaré!... Vamos, me comprometo a ello formalmente; habla. ¡Ay, Lucía! ¿Me lo juras? Te lo juro. El joven se levantó, acercó su cabeza a la de la dama, y rozando con los labios su oído, dejó caer en él unas cuantas palabritas, que la hicieron prorrumpir en carcajadas.
Cuatro paredes no muy altas, una cruz en el centro, una tejavana humilde a la derecha de la puerta, y en el lado de enfrente media docena de sauces llorones demarcando con sus troncos jorobados un pedacito de tierra, y rozando con las puntas de su lacio y desvaído ramaje el espeso tapiz de nieve que enrasaba toda la superficie del campo santo.
Hízose el Sagrario propiamente dicho al fondo de la nave central de las tres que contenia la mencionada capilla de Santiago, rozando el muro en todo su espesor para abrir en él una especie de camarin entre las dos torres árabes que sirven de contraresto á las dos arquerías tendidas de norte á sur. Estas dos torres quedaron por su haz esterior unidas con un fuerte muro, segun aparece hoy.
Nosotros debemos hacer las cosas de otro modo. D. Pedro no pudo menos de sentir el peso de aquella verdad innegable. Josefina cruzó el salón para ir a acostarse. Al pasar rozando con Fernanda, que estaba sentada y sola, ésta la pilló al vuelo por un bracito y la atrajo.
Los pétalos delicados lo acarician y besan sus párpados y sus labios. De pronto presta oído. Del suelo sube el rumor de una risa apenas perceptible, como si llegase del centro de la tierra; una risa leve como el ala del viento rozando la hierba... ¡pero tan alegre, de tan loca alegría!... Escucha un instante y espera oírla por segunda vez; pero todo queda en silencio.
El barrio de San Sulpicio, con sus calles tranquilas y silenciosas a la española y sus beatas de velo negro que pasan rozando los muros del Seminario, atraídas por el toque de las campanas, fue para el seminarista español lo que el camino de Damasco para el apóstol. El catolicismo francés, culto, razonador y respetuoso con los progresos humanos, aturdió a Gabriel.
¡El vértigo! luégo nada; insensible, muda, inerte, un letargo que á la muerte se pudiera comparar, la domina, y cuando vuelve en sí, con asombro toca un dentellon de la roca, á donde la echó la mar. El sol brilla en el Oriente, y la azul onda serena se rompe en la blanca arena con dulce cadente són; y graznan las gaviotas, sus blancas alas mojando, la abrupta base rozando del solitario peñon.
Y señaló á tres hombres de mar confundidos en la corriente de uniformes diversos y tipos de distintas razas que pasaba rozando las mesas del café. Los había reconocido por sus gorras de seda con visera, sus chaquetas azules y su obesidad grave de marineros mediterráneos que han conseguido cierto bienestar. Debían ser patrones de barca.
Palabra del Dia
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