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Actualizado: 27 de junio de 2025
Cuando Ramiro comenzaba a pensar que Gonzalo no volvería tal vez a presentarse aquella noche, vio llegar a lo largo de la calle, la figura de un hombre que fue a detenerse ante la casa de Beatriz, al pie de las ventanas. Ramiro desenvainó la espada, y tomándola de la hoja por encima de la capa, adelantose, prestamente, rozando la pared más obscura. ¡Era Gonzalo!
Al cabo de un instante, Andrés observó que por sus mejillas resbalaban algunas lágrimas. ¡No llores, Rosa, no llores! profirió con acento conmovido; y rozando con los labios su oído, le preguntó: ¿Es verdad que me quieres? ¿Pues si no le quisiera repuso ella, apartándole dulcemente estaría aquí a estas horas?
El párroco sintió el nervioso temblor de los gatos a la vista del ratón: se preparó como ellos rozando el suelo con los pies, y ¡zas! de un par de brincos cayó sobre los bárbaros. Pero Lorito no era un vándalo vulgar de los que se dejan atrapar como un ratoncillo inocente.
Pasaron rozando la abandonada galerita, que, oculta bajo su funda de lienzo, sólo mostraba las ruedas, ligeras, amarillas y finas como las de un juguete; y después de asomar su cabeza con cierta zozobra por la puerta de la cuadra, entraron en el antro obscuro y maloliente, recogiéndose las faldas y hundiendo sus elegantes botinas en la blanda y húmeda capa de estiércol.
Reynoso a su vez la apretaba tiernamente contra su pecho y le acariciaba la cabeza rozando con los labios sus cabellos dorados. Al cabo de un largo silencio, Elena levantó sus ojos mojados de lágrimas y sonriente y confusa balbució con mimo: ¡Si me hicieses un favor, Germán! ¡Cuanto tú quieras, alma mía! Es que acaso te moleste... Si me molesta, mejor: así tendrá algún mérito.
El ogro estaba cada vez más irritado conforme descendía la ardorosa cuesta, y mientras mascullaba sus palabrotas, animaba con el látigo a los machos, que caminaban desfallecidos, con la cabeza baja, casi rozando el suelo.
Esas olas verdes, mansas, esas espumas blanquecinas donde se mece nuestra pupila, van como rozando nuestra alma, desgastando nuestra personalidad, hasta hacerla puramente contemplativa, hasta identíficarla con la Naturaleza. Queremos comprender al mar, y no le comprendemos; queremos hallarle una razón, y no se la hallamos.
Entre la verja y las paredes se aglomeraba una vegetación loca, una selva minúscula, en cuyas espesuras guerreaban y se devoraban los insectos después de enviar interminables expediciones volantes y rampantes á todas las casas próximas. Pasó rozando el panteón para llegar á la entrada de la «villa», hermoso edificio de arquitectura toscana.
San Vicente, a pesar de su destreza sentíase vacilar ante aquella máscara cruel, toda confianza, toda vigor, toda coraje; y, por fin, temiendo que el corazón le flaqueara, hizo una falsa y enviole a Ramiro una punta derecha y veloz como un dardo. El arma atravesó de parte a parte el coleto por el costado, rozando la carne.
La habitación estaba llena de objetos de toda clase, de baúles abiertos y cerrados y aun de muebles derribados. El duque atravesó por todos aquellos obstáculos con precauciones infinitas. Marchaba a tientas, rozando todos los objetos sin tocarlos y paseando entre las sombras sus dedos destrozados. A cada paso murmuraba en voz baja: Honorina, ¿está usted ahí? ¿me oye usted?
Palabra del Dia
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