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Desde que estaba en Can Mallorquí, todos parecían pendientes de sus mandatos, admirándolo como un personaje poderoso y jovial. Margalida ruborizábase con sus palabras y guiños, pero le quería al verle tan abnegado. Recordaba sus ojos llenos de lágrimas una noche en que todos creyeron que iba a morir don Jaime. Valls había llorado al mismo tiempo que mascullaba maldiciones.

Las dos mestizas comían y callaban, el capitán servía, el fraile se reservaba, Luís mascullaba el prosáico español cocido, y un servidor de ustedes espiaba la ocasión para tomar un buen punto de luz que llenase por completo á mis modelos. Sobre la paleta tenía combinadas dos tintas desde que principié á analizar á las dos mestizas que comían frente á .

Nélida no se inmutó, como si estuviese habituada a tales escenas. Su cólera fue más grande que su miedo. Mascullaba palabras de furia contra el hermano imbécil. ¿Y no habría una buena alma que lo matase, para quedar ella tranquila?... Adivinó que eran sus antiguos amigos los que por despecho enviaban al hermano delator, luego de revelarle la presencia de Ojeda en el camarote.

El ogro estaba cada vez más irritado conforme descendía la ardorosa cuesta, y mientras mascullaba sus palabrotas, animaba con el látigo a los machos, que caminaban desfallecidos, con la cabeza baja, casi rozando el suelo.

Bueno, Piscis, muchas gracias... Adiós... No dejes de venir mañana, ¿eh?... Puede que salga a caballo. Decía esto con gran dulzura y amabilidad, para desagraviarle. Piscis mascullaba unas «buenas tardes» sin volverse hacia los circunstantes, y salía con los ojos torcidos, más feo y endemoniado que nunca. Al día siguiente lo mismo.

Mascullaba amenazas e insultos que el señor no podía oír, furiosa de que alguien se atreviera contra su sobrino, amado cachorro en el que había puesto su esterilidad todos los ardores de una madre fracasada. Jaime se dio cuenta repentinamente de lo odioso de su acción. ¡Un hombre como él venir a provocar en pleno día a otro, en su propia casa! La vieja tenía razón para insultarle.

Luego regresaba á media noche en un carruaje de alquiler, pagando á manos llenas al cochero asombrado. Otras veces, de pie ante la verja, rebuscaba en su portamonedas antes de reunir el precio de la carrera. Los hados habían mentido. Los augures de los cartoncitos estaban á aquellas horas tan limpios como él. Toledo mascullaba protestas.

Y con tanta prisa y con tal desgaire bosquejaba la señal de la cruz sobre la frente, cara y pechos, y tan atropelladamente mascullaba un Padre Nuestro, al despedirse del santo altar, que parecía decir: «Abur, Dios».

Á la sombra de aquella casa patriarcal fué creciendo la pequeña Juana, no sólo de cuerpo, sino también en virtudes hasta llegar á ser una especie de santita. Su fervor se traducía en interminables oraciones que mascullaba al paso que atendía á sus quehaceres, y para ella no había felicidad como ir á la iglesia.