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Actualizado: 29 de junio de 2025


¡Qué gente aquella tan feliz! ¡Qué envidiable cosa aquel ir y venir en carruaje, viéndose, saludándose y comentándose! Era una gran recepción dentro de una sala de árboles, o un rigodón sobre ruedas. ¡Qué bonito mareo el que producían las dos filas encontradas, y el cruzamiento de perfiles marchando en dirección distinta!

Pero el rigodón había terminado, y el grupo se aumentó considerablemente con varias parejas que fueron allegándose. Fuéronse algunos, vinieron otros; al cabo, la señora de la casa se halló rodeada de gente nueva. Bailose otro vals y otro rigodón. Las doce sonaron al fin en el gran reloj de la catedral. Y como los jóvenes se empeñaban en no desbandarse, apesar de la costumbre tradicional de la casa, Manín, por orden de D. Pedro, apareció en la puerta del salón, abrazado al lío de los abrigos de las señoras.

Mal poeta era Cármenes, pero el rigodón lo conocía muy a fondo. Bien se lo envidiaba Ronzal. La de Páez y la del barón al pasar cerca una de otra se sonreían discretamente, como diciendo: ¡Vaya todo por Dios! o bien ¡qué par de cursis nos han tocado en suerte! Pero Ronzal, como si cantaran; pensaba en la pechera, en el cuello de la camisa, y en las colas de los vestidos.

Nadie, sin embargo, dejó de apretarse y estrujarse por estrechar la mano de la heroína del día y alcanzar, aunque sólo fuera desde lejos, alguna de las sonrisas de sus labios que a diestro y siniestro iba prodigando. Bailóse entonces, en honra suya, una especie de rigodón de honor, en que tomaron parte las damas más ilustres y los caballeros más empingorotados que se hallaban presentes.

Hacía lo posible por encontrar aquello natural, pero en sus ojos se pintaba tal sorpresa que la condesa reía a carcajadas. Y si nos encontramos en cualquier reunión o baile me hace su mijita de corte y baila conmigo un rigodón... Esto no impide que nos aborrezcamos cordialmente, ¿sabes? Pero la corrección ante todo, hija... ¿Lo ves? añadió volviendo la cabeza . El consabido ramito.

Se coloca la vajilla en los aparadores, se cuelgan lámparas, se descuelgan las sillas y sofás, que de ordinario las tiene suspendidas en el techo, se clasifican, como Dios les da á entender vinos y conservas, y se pone á pública exhibición la saya que ha de lucir la capitana en la misa nang varas, y la que ha de ostentar en el primer rigodón oficial de la fiesta de la aniyaya nang bayan.

Los cinco mejores músicos del lugar vinieron por la noche con sus acordes y sonoros instrumentos, y se bailó en la cuadra alta, porque la baja estaba como santificada por la Santa Cena. Don Jaime bailó rigodón con doña Manolita y con una de las hijas de D. Acisclo; y con doña Luz, no sólo bailó rigodón, sino también valsó.

No así al gaitero, que era de suyo más torpe; pero, en cambio, sabía tocar el «Ay, ay, ay, mutillac», el cual aire se aceptó para rigodón, baile que ni de oídas conocía el violinista.

Siento que esa devoción no me cause frío ni calor replicó ella sin dar un paso para apartarse. El conde lo dio alzando los hombros con resignación y diciendo: ¡Más lo siento yo! Sorteando las parejas de baile, que ya habían comenzado el rigodón, llegó de nuevo adonde estaba el ama de la casa.

Butrón bailó con Currita, la marquesa con Fernandito, Juanito Velarde, como presentado de la heroína, con la duquesa de Astorga, una de las mujeres más sensatas y honradas que figuraban en la corte. Creció la marejada al compás de aquel rigodón, comenzando a sublevarse los pudores de todas las que se creían con derecho a tomar parte en aquella honorífica cuadrilla.

Palabra del Dia

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