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Pensó contarle la insolente pretensión de don Andrés para que don Paco le tuviese a raya; pero pronto desistió de tan cobarde propósito. Al fin, como Juanita era muy devota, tomó su mantón y se fue a rezar a la iglesia, esperando encontrar allí inspiración y consuelo. Juana se había ido ya de nuevo a casa de don Andrés a continuar sus ocupaciones culinarias y sus preparativos de la gran cena.

Al romper el nuevo día, no pudieron ya avivar el fuego, que se extinguió poco a poco. A medida que las cenizas se amortiguaban, la Duquesa se acurrucaba junto a Flora, y por fin rompió aquel silencio que parecía eterno: Flora; ¿puedes rezar aún? No, hermana... respondió Flora dulcemente. La Duquesa, sin saber por qué, sintiose más libre, y apoyando su cabeza sobre el hombro de Flora no dijo más.

La causa de haber interrumpido por tanto tiempo este diario, ha sido porque el día 18 de agosto hube de guardar cama a consecuencia de haber dado a luz una niña, la cual estoy criando yo misma del mismo modo que hice con sus hermanos. Ha venido mi hermana para asistirme. Hemos establecido en casa la costumbre de rezar todos juntos, amos y criados.

Porque si á la Humanidad le han ido con cuentos de ; que si aprieto, que si no aprieto... yo probaré.... Ea, que ya me voy cargando: si no he hecho ningún bien, ahora lo haré, ahora, pues por algo se ha dicho que nunca para el bien es tarde. Vamos á ver: ¿y si yo me pusiera ahora á rezar, qué dirían allá arriba?

No..., no..., yo no me muero... ¡Ay mamá, por la Virgen Santísima te pido que pienses en que vas a morir!... ¡Piensa en tu salvación! Ya pienso..., ..., ya pienso dijo la enferma maquinalmente. El cura se puso a rezar por un libro la recomendación del alma en latín. Todos se arrodillaron. Entonces la moribunda preguntó levantando un poco la cabeza: ¿Por qué os arrodilláis todos?

Si al amanecer ha aumentado la postración y no veo yo síntomas claros de que esto se desenrede... hay que determinarse. Ya puede usted ir rezando al bendito San Ramón, señor capellán. ¡Si por rezar fuese! exclamó ingenuamente Julián . ¡Apenas llevo rezado desde ayer!

La portación del viático a un moribundo, desfilando de día con cirios o faroles encendidos, repicando campanillas por el centro de la calle, las gentes azoradas que se hincaban a rezar a la vista o al ruido de la eternidad que pasaba en procesión fúnebre encabezada por el cura, y el resto en la capilla mortuoria del hogar angustiado, hacían la impresión macabra de las ejecuciones capitales en la plaza pública, también con sacerdotes, con reo en capilla, y marchas fúnebres, y espectadores conmovidos.

Pues, señor, yo en vez de rezar, iba, ¿y qué hacía? Trabajaba unas puntillitas estrechas, sin que la tía lo supiese, y se las vendía a una mujer del mercado, diciéndole a Nuestra Señora: «No es pecado esto que hago, porque es para sacar a la lotería, y si saco es para entrar monja...». Pues etaquí que cada mes me tomaba mi décimo, y para que saliese bien, siempre echaba con algún santo.

Y quiso rezar como mil veces había oído a su pobre vieja. «Padre nuestro que estás...» Rezaba mentalmente, pero sin darse cuenta de ello, su lengua se movió y dijo con una voz tan ronca que le pareció de otro: ¡Cochinos! ¡ladrones! ¡Me abandonan! Se hundía otra vez: desapareció pugnando en vano por sostenerse.

Antes parecía estar como en la gloria sentado frente á su señora, callando, sonriendo y sin quitarla ojo. Á las cinco, poco más ó menos, la condesa volvía á casa para recibir las visitas de los amigos de Vegalora. Al oscurecer comían y después de rezar el rosario y acostar á los niños se encerraba en su cuarto y pasaba gran rato leyendo antes de irse á la cama.