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Dio algunos pasos y se sentó en la acera al pie de la verja que rodea el jardín. Apoyó los codos en las rodillas y metió la cabeza entre las manos. Y pensó vagamente en que había llegado el último instante de su vida; y volvió a rezar fervorosamente implorando la misericordia divina. Al cabo de un rato percibió que un transeúnte se paraba delante de él y se sintió cogido por el brazo.

Cuando usted me refirió el desastre de su muerte, me pareció como si yo misma hubiera perdido ese tesoro de bondad y hermosura. Y al saber que estaba enterrada en la ciudad donde paso una parte de mi vida, formé el propósito de ir a rezar delante de su tumba.

Lleváronse a la niña; la marquesa y el jesuita se arrodillaron y comenzaron a rezar la recomendación del alma; a las once menos cuarto, sin ningún estremecimiento, sin verdadera agonía, sin soltar de las manos el crucifijo, abrió un poco la boca y expiró.

El 8 de Septiembre de 1785, día en que celebra la iglesia la Natividad de la Virgen Santísima Nuestra Señora, en vez de acudir al templo a rezar sus devociones, la desenfadada María Antonia Fernández bajó a pasear en el Prado, a provocar a los galanes y a escandalizar, según tenía de costumbre.

Se pasaba entonces dos o tres días en completa tranquilidad, sin rezar más que los Padrenuestros que por rutina le salían de entre dientes todas las mañanas. Su conciencia giraba sobre un pivote, presentándole, ya el lado blanco, ya el lado negro.

Los indios que aun no estaban bautizados de dirigian en tumulto á oir los sermones diarios de los misioneros; y los que ya lo estaban, asistian puntualmente á la misa en los dias de fiesta, y alguna vez en los ordinarios, particularmente los sábados para cantar y rezar en coro mañana y tarde, ya en español, ya en moxo.

Si no le pasó nunca por las mientes obligar a rezar el rosario a un chico que iba a la Universidad y entraba en la cátedra de Salmerón, en cambio no le dispensó del cumplimiento de los deberes religiosos más elementales.

No tenía apetito; era tan grande su dolor, que no tenía ganas ni siquiera de abrir la boca. De modo que después de rezar otra vez se ha dirigido a la sala. En la sala ha tenido una tentación. ¿Por qué no decirlo? , ha tenido una tentación; es decir, ha querido mirarse al espejo. ¿Estará ella tan vieja como piensa? ¿Se podrá colegir por el aspecto de su cara si ha de vivir aún algunos años?

Despidiéronse de todos, y de la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora, porque Dios les diese buen suceso en tan arduo y tan cristiano negocio como era el que habían emprendido.

Eso no es una exaltacion de la Santa; eso es una galería de historia: eso no es un cuadro religioso; es una pintura social: eso no es un altar del Cristianismo; es el trofeo de una nacion. Aquí reina la Francia, no el Redentor del mundo; reina el artista, no el sacerdote; reina el hombre, no reina Dios. No comprendo cómo la gente reza aquí. Yo no podria rezar.