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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Hace un siglo que en cierta habitación reservada del teatro Vaudeville, de París, se conserva el sillón de aquella mujer extraordinaria que se llamó «la Montansier». El amigo que camina delante de nosotros, nos dice, deteniéndose y bajando un poco la voz: «...Aquí se sentaba la Montansier para dirigir sus ensayos».

Causó la entrada de este nuevo personaje una transformación a vista en la escena: mientras Artegui se levantaba furioso, Lucía, vuelta a la conciencia de misma, pasó las manos por las sienes, enderezose en el sillón adoptando actitud reservada, pero con las pupilas vagas aún, perdidas en el espacio. Hola, Artegui.... ¿Usted por aquí?

Ya estaban muertos para el mundo, y sólo bajaban á él de raro en raro, envueltos en la bruma de la tarde ó en la ola de los mares, ó atados, tal vez, á un rayo de sol. Habían sondado el inefable misterio de los cielos y formaban parte del coro de los santos que cantan las alabanzas del Señor. Gozaban entre nubes de incienso y resplandores de la dicha perdurable reservada á los buenos.

La gran lámpara del salón, reservada para las solemnidades, había sido encendida; y Andresito, desde la plaza, veía los trajes claros y los bouquets de las amigas pasar por el iluminado balcón, moviéndose con el ritmo del baile. El pobre muchacho estaba firme en su puesto.

Pues entonces repuso el joven sois mi tío carnal, hermano de mi padre Jerónimo Martínez Montiño. ¿Eh? ¿qué decís? repuso el señor Francisco volviéndose ya á mirar á quien le hablaba. Y apenas le vió su fisonomía tomó una expresión profundamente reservada.

Doña Manolita era la única persona a quien doña Luz tuteaba en Villafría. Aún no se confiaba en ella con total abandono, porque doña Luz era muy reservada; pero de día en día iba ganando más doña Manolita en su corazón. Juntas salían a pie de paseo, juntas iban a la iglesia, y juntas tenían costumbre de sentarse en las tertulias.

Al mostrar nuestro pasaporte en Mouscron nos dieron el pase sin la menor vacilacion; pero vímos que varias mujeres ó señoras fueron introducidas á una pieza reservada para que les registrasen sus vestidos, palpándoles cuidadosamente sus crinolinas y otros atavíos que suelen ser sospechosos.

¡Oh, no! replicó el joven con forzada sonrisa, pasmado de aquella sangre fría. La disculpa, aunque bien urdida, no coló. Valentina estaba bien segura de lo que había visto. ¿Crees que se habrá tragado lo del pinchazo? preguntó Gonzalo con ansiedad luego que hubo salido. Tal vez no; pero no hay cuidado con ella. Es la más reservada de todas.

Ya veremos si mañana hallamos algún medio. Los dos amigos bajaron la voz, y se enfrascaron en una conversación viva y reservada. Gonzalo estaba inquieto. No hacía más que echar miradas a la puerta, esperando a cada instante ver entrar a Venturita. Transcurría, no obstante, el tiempo, y nada; la niña no parecía.

He venido, pues, doña Clara, contenta porque vos debíais estarlo mucho. ¡Oh, ! ¡gracias á Dios! ¿Conque casada? Anoche... ¡Y no haber conocido al novio!... ¡Reservada siempre! En cambio, señora, conoceréis al marido.

Palabra del Dia

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