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Actualizado: 23 de junio de 2025


Y es un bello aderezo... muy bello... su majestad os ama mucho. No cómo pagar á su majestad... y siento, siento mucho no poder complacerla... pero mi marido me ha regalado otro aderezo. ¡Ah! ¿Conque es rico?... Os doy otra nueva enhorabuena. ¿Y seréis tan reservada respecto á vuestras galas de novia, como respecto á vuestros amores? ¡Ay, Dios mío, no!

Si algo te queda dentro del valladar que Dios ha puesto al hombre, si alguna gloria te está reservada por el pensamiento de la Providencia, no hallarás esa gloria, ese dia luminoso no brillará en el cielo para , sino volviendo tu inteligencia y tu corazon al monte Calvario. No luches, no huyas, no leas, no esperes, no mires atrás ni adelante; ponte de rodillas ante un crucifijo.

Luego observó que la marquesa se retiraba hacia un rincón con el padre Ortega y hablaban reservadamente. Sospechó que también él estaba sobre el tapete. El sacerdote le dirigió dos o tres miradas con sus ojos vagos de miope. No se había acercado a Esperancita en todo el tiempo, pero de lejos se miraban y se sonreían. La niña parecía sorprendida de aquella actitud reservada.

Pero, a pesar de esto, cuando solo, con su libro de horas bajo el brazo, se le veía cruzar los anchos corredores o sentarse bajo las umbrías del huerto, parecía que dentro de su alma bullían y a sus miradas se asomaban vagos temores por su vida futura y dudas sobre la suerte que le estaba reservada.

Todo hombre tiene un destino que cumplir sobre la tierra. Conozco perfectamente ese destino. Padecer los innumerables dolores que la naturaleza y nuestros semejantes nos proporcionan. Y si los padecemos con paciencia y los encomendamos a Dios, lograr la recompensa reservada a los buenos.

Cristián se estremeció pensando que si Jacobo volvía á caer en manos de sus guardianes le estaba reservada igual suerte, é instintivamente palpó en su bolsillo el revólver que había puesto en él antes de salir.

Los nuevos pensamientos no se le acumulaban tanto en la cabeza, porque no era tan reservada conmigo como antes; pero allá le quedaban los gérmenes que los producían, y esto era lo peligroso. »Ángel me ayudaba heroicamente a combatir el mal; pero eran inútiles nuestros esfuerzos.

Obdulia experimentaba un gran desconsuelo ante esta actitud severa y reservada. Pero poco a poco el sello que el sacerdote pedía para reconocer el origen celestial de sus visiones fue apareciendo. El espíritu de la joven se acendró de todas las impurezas. Su devoción a las prácticas religiosas, sobre todo al sagrado pan eucarístico, era cada día mayor.

Al día siguiente volvió y me compró otro «marinero». Charlamos; era muy amable; le confieso que me gustaba mucho. ¡He aquí que, a los tres días, vuelve y me compra el tercer «marinero»! Esto principia a inquietarme. Me muestro más reservada y él no se desanima. Todos los días, a la misma hora, se presentaba y me compraba el mismo trajecito.

Durante las horas de clase conservaba a veces la misma postura reservada y atenta, sin mover un músculo, sin pestañear, empañados los ojos por una telilla opaca al modo del segundo párpado de los lagartos. Y de aquí que le apodasen Aligator.

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