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Rafael fue a levantarse también, pero le contuvo otra vez la nerviosa manecita. aquí ordenó la hija del marqués, a hacerme compañía. Deja que se divierta esa gentuza... ¡Pero no me huyas, mala sombra!: parece que te doy miedo. El aperador, al verse libre de la opresión de los vecinos, había hecho retroceder su silla.

Y no te salvará repuso Artegui tomándole las manos ; no te salvará, porque adondequiera que vayas, aunque huyas de hasta ocultarte en el mismo centro de la tierra, aunque te escondas en la celda de un convento, me querrás, me adorarás, le ofenderás recordándome.

¡Cristiano yo! exclamó el caballero enmascarando su benevolencia con una fiereza histriónica . ¡Cristiano yo! ¡Mal pecado! Para que no te vuelvas a acercar más a , me voy a hacer protestante, judío, mormón... Quiero que huyas de como de la peste. Vamos, no tontees.

Si algo te queda dentro del valladar que Dios ha puesto al hombre, si alguna gloria te está reservada por el pensamiento de la Providencia, no hallarás esa gloria, ese dia luminoso no brillará en el cielo para , sino volviendo tu inteligencia y tu corazon al monte Calvario. No luches, no huyas, no leas, no esperes, no mires atrás ni adelante; ponte de rodillas ante un crucifijo.

Eres un hombre solo, y desafías, sin saberlo, á una organización grande como el mundo... El golpe aún no ha caído sobre ti, pero caerá de un momento á otro; tal vez hoy mismo; yo no puedo saberlo todo... Por esto necesitaba verte, para que te pongas á la defensiva, para que huyas si es preciso.

Ya ves cómo te llamo cual lo quieres; no me huyas, María; tan piadosa para los extraños, ¿serás dura sólo para los tuyos, y guardarás la más inaudita crueldad para tu tío, para quien fué tu apoyo y amorosa madre? Pues esto último quiero repetírtelo.

Mira, falso, que no huyas de alguna serpiente fiera, sino de una corderilla que está muy lejos de oveja. has burlado, monstruo horrendo, la más hermosa doncella que Dïana vio en sus montes, que Venus miró en sus selvas. Cruel Vireno, fugitivo Eneas, Barrabás te acompañe; allá te avengas. llevas, ¡llevar impío!, en las garras de tus cerras las entrañas de una humilde, como enamorada, tierna.

La menor de estas razones destrozaban los más íntimos secretos del blando pecho de la infeliz María: derramaba lágrimas, y caminaba, lloraba y corría hacia el puente, asustada siempre por la fuga al Africa, y por el horror de la apostasía. No me huyas la repetía , no me huyas, y dame tu brazo para sostenerme, pues de cansado me desmayo, y no acierto a dar un paso.

Mira, mira lo que pasa en todo el mundo; cada castellano es un rey, y buscan otros mundos antes desconocidos para mandar y esclavizar. ¡Ay, si hubieras visto los tuyos reinando en la Alhambra, con cuánto desdén no mirarías ese amante, esos hidalgos!... ¡Ay, si los vieras a los castellanos matando los tuyos, ultrajando los tuyos, y llenos de sangre insultar nuestros palacios y nuestras mujeres!!! Pero no me huyas, María.

Y Agapo decía que no, que él no sabía nada, no quería saber nada; contrariado, ya no sonreía, arrojando miradas feroces a su alrededor, como si aquel lujo insolente, al despertarse el recuerdo del pasado, insultara su miseria e irritara sus nervios. Se oyeron pasos y voces en la escalera. No huyas, que será alguno de esos fastidiosos que asedian a papá todos los días.