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Actualizado: 17 de julio de 2025
Llevaba exterminadas muchas fieras, especialmente tigres, y á él nunca le ocurría un contratiempo que fuese irremediable. Le herían frecuentemente, le sometían á tormentos atroces; pero sanaba, al fin, con una rapidez portentosa. Y en casi todas las representaciones, ¡su mirada, aquella mirada de héroe niño, que hacía sentir á Mina el pinchazo de un alfiler olvidado!...
No podía mirarlos sin sentir el mismo doloroso pinchazo en el corazón, la misma gota amarga de hiel en los labios. Su espíritu, sereno siempre, turbábase por un instante, y aparecía fría unas veces, otras irritable y enigmática, con gran sorpresa y dolor de Gonzalo que se esforzaba en alegrarla. Pronto lo conseguía.
¡Oh, no! replicó el joven con forzada sonrisa, pasmado de aquella sangre fría. La disculpa, aunque bien urdida, no coló. Valentina estaba bien segura de lo que había visto. ¿Crees que se habrá tragado lo del pinchazo? preguntó Gonzalo con ansiedad luego que hubo salido. Tal vez no; pero no hay cuidado con ella. Es la más reservada de todas.
Y como si hubiese perdido toda curiosidad, fué sumiéndose en el sueño.... Pero antes de dormirse completamente sintió un pinchazo en una muñeca, algo semejante á la mordedura de un colmillo único, una incisión que pareció llegar hasta el torrente de su sangre. Quiso mover el brazo en que había recibido esta herida y no pudo.
Fulano, el senador, quebrado; la casa tal y compañía, quiebra fraudulenta; el corredor B., desaparecido; Mengano, en descubierto por doscientos mil pesos; éste, por quinientos mil; aquél, obligado a hacer cesión de bienes... A cada nombre conocido se eleva un clamor del grupo, como si Rocchio diera un pinchazo en carne viva; las caras se alargan y los comentarios se suceden sordamente.
El pilluelo, trémulo de emoción por el regalo, había acogido la ceremonia con gravedad, creyéndola algo indispensable que se usaba entre los señores. ¿Eh? volvió a preguntar, mirando a don Jaime como si lo protegiese con toda la inmensidad de su valentía. Pasaba un dedo ligeramente por el filo y luego apoyaba la yema en la punta, gozando voluptuosamente al sentir su agudo pinchazo. ¡Qué joya!
Tuvo amantes que le dieron cierta popularidad, caballos famosos, alborotó en los entresuelos de Fornos, fue íntimo amigo de un torero célebre y jugó fuerte. Tuvo un duelo, pero fue a espada no como él se lo había imaginado, tendido en el suelo, la pistola en la diestra , y salió del lance con un pinchazo en un brazo; algo como una puntada de alfiler en una epidermis de elefante.
Palabra del Dia
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