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Actualizado: 6 de junio de 2025
Sí. Pues á mí también. El capitán, de cuando en cuando, la miraba de reojo, y hasta creo que el buen hombre se olvidaba de todos los horizontes de los trópicos, por el pequeño cielo que constituía la risueña cara de Bertita, en la que no había mas nubes que un picaresco lunar puesto en el labio superior con más malicia que queso en ratonera.
Miraba de reojo D. Manuel a su hija, cual si no se hallara completamente satisfecho de los progresos de ella en el arte de la buena educación, porque una de las partes principales de esta consistía, según él, en una fina apreciación de los grados de urbanidad con que debía obsequiarse a las diferentes personas según su posición, no dando a ninguna ni más ni menos de lo que le correspondía con arreglo al fuero social; y de este modo quedaban todos en su lugar y la propia dignidad se sublimaba, conservándose en el justo medio de la cortesía, el cual estriba en no ensoberbecerse demasiado delante de los ricos, ni humillarse demasiado delante de los pobres... ni humillarse demasiado delante de los pobres....
El ex droguero escuchaba con la boca abierta a la hermosa y elegante dama, cuyos donaires y gracejo le tenían cautivo; mientras, la Esfinge la miraba de reojo y a hurtadillas, por no tener a mano lanzón de mayor fuerza para pasarla de parte a parte. La marquesa se enteraba de todo y se deleitaba grandemente con ello.
Alguna vez la interrumpía con frases del mismo jaez que las que la doméstica usaba, en más de una ocasión, acompañadas de interjecciones que aquélla no se atrevía a pronunciar. Contaba que el día anterior había tropezado en la calle con Moratini, y que el famoso torero le había dicho al pasar: "Recuerdos a tu ama". Al mismo tiempo la maligna doncella miraba de reojo al duque.
Sentáronse los tres en el sofá, la mamá en el medio, y cogiendo amorosamente las manos de su hija y mirando a Mario de reojo, se expresó de esta manera: A pesar del susto, no le guardo rencor. Me esperaba que algún día había de suceder esto, aunque, a la verdad, no tan pronto. Mentiría, Costa, si le dijese que no me es usted muy simpático y hasta que le quiero ya como cosa propia.
A ver, otra vez: repitamos el tema de «la espada». Ponga usted atención. Pero Jaime se distraía contemplando de reojo el cuello largo y blanquísimo de la inglesa, erizado de pelillos de oro, la red de venas azules que se marcaba levemente en la transparencia de su epidermis nacarada.
Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho: Y la que esto decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de hierro, seguía con la vista al grupo de las damas. Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y mohínes, un diálogo muy vivo. ¿No entráis? No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar tiempo a que llegue ese.
Quiroga dió las gracias muy agradecido, pero pronto volvió á sus lamentaciones, hablaba de los brazaletes y repetía: ¡Sigalela tiene más biligüensa! Carambas, decía Simoun mirando de reojo al chino como para estudiarle; precisamente necesitaba dinero y creía que usted me podía pagar. Pero todo tiene su arreglo, no quiero que usted quiebre por tan poca cosa.
Chisco me miraba de reojo y hasta se sonreía un poquillo, particularmente cuando se fijaba en mi calzado, y, sobre todo, cada vez que me veía resbalar en la arcilla blanda o sobre las lastras de los encalabrinados senderos.
Siguió una pausa a tan profunda respuesta, y mientras tanto miraba yo de reojo al cura, que se zarandeaba y tomaba rapé para disimular y tomar una actitud que fuera conveniente. Mi buen cura le dije con voz insinuante, si fueseis tan amable como... ¿Qué más, Reina? Digo... os haría algunas preguntitas más sobre ciertos temas que me andan por la mente.
Palabra del Dia
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