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¡Carambas! ¡que no le han de dejar á uno almorzar en paz! Es el tercer día que viene; es una pobre muchacha... ¡Ah, demonios! exclamó el P. Camorra; yo me decía: algo tengo que decir al General, para eso he venido... ¡para apoyar la peticion de esa muchacha! El General se rascó detrás de la oreja.

Se le fué el dolor de cintura ante las dudas que en el momento le asaltaron: ¿debía modelar una sonrisa ó afectar gravedad? ¿debía alargar la mano ó esperar á que el General le ofrezca la suya? ¡Carambas! ¿cómo no se le había ocurrido nada del asunto para consultar con su gran amigo Simoun? Para ocultar su emocion preguntó en voz baja, muy quebrada á su hijo: ¿Has preparado algun discurso?

A todo esto respondía el pesimista Pecson, un gordinflon con risa amplia de calavera, hablando de estrañas influencias, de si el Obispo A., el Padre B., el Provincial C. fueron ó no consultados y de si aconsejaron ó no que metiese en la carcel á todos los de la asociacion, noticia que ponía inquieto á Juanito Pelaez quien entonces tartamudeaba: Carambas, no me metan ustedes...

Los saludos, ademas, no eran ya profundos como antes; notaba miradas insistentes, y hasta displicencia; y él contestaba con afabilidad y hasta ensayaba sonrisas. ¡Se conoce que el sol está en su ocaso! observó el P. Irene al oido de Ben Zayb; ¡muchos le miran ya frente á frente! ¡Carambas con el cura! precisamente iba él á decir eso.

El martes era la fiesta del Catedrático y fuimos á festejarle con una orquesta, un ramillete de flores y algunos regalos... ¡Ah, carambas! exclamó Juanito, que lo he olvidado ¡qué bruto soy! Oye, ¿y preguntó por ? Penitente se encogió de hombros. No lo , pero le entregaron la lista de los festejantes. ¡Carambas!... oye, y el lunes ¿qué hubo?

Ademas... yo no quiero ir en contra de Makaraig. Pero si no es ir en contra, es solamente... Plácido ya no oía, ya estaba lejos y andaba de prisa dirigiéndose á su clase. Oyó diferentes ¡adsum! ¡adsum! ¡carambas, se leía la lista!... apretó los pasos y llegó precisamente á la puerta cuando estaban en la letra Q. ¡Tinamáan ng...! murmuró mordiéndose los labios.

Quiroga dió las gracias muy agradecido, pero pronto volvió á sus lamentaciones, hablaba de los brazaletes y repetía: ¡Sigalela tiene más biligüensa! Carambas, decía Simoun mirando de reojo al chino como para estudiarle; precisamente necesitaba dinero y creía que usted me podía pagar. Pero todo tiene su arreglo, no quiero que usted quiebre por tan poca cosa.

Dicen que el Rector que va á venir trae un proyecto-reforma de la enseñanza... espérense un poco, den tiempo al tiempo, estudien que los exámenes se acercan y ¡qué carambas! usted que ya habla bien el castellano y se espresa con facilidad, ¿á qué se mete en líos? ¿qué interés tiene usted en que se enseñe especialmente? ¡De seguro que el P. Florentino opinará como yo! Déle usted muchas memorias...