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Actualizado: 25 de junio de 2025


Conocida es en Europa y América la admirable relojería de Ginebra, que despues de surtir á todo el mundo con sus acabados productos, aumenta todos los dias la riqueza de la ciudad, embellece sus magníficas tiendas y aumenta la riqueza de la ilustradísima y sabia Ginebra, que ve levantarse al rededor de su prodigioso lago soberbios edificios de moderna construccion, que nada tienen que envidiar á los mejores de cualquiera otra capital de Europa.

Salió Irala con el egército de la Asumpcion, y avistado con el enemigo, requirió de paz á Taberé, conforme á las órdenes del Rey: mas el cacique estaba tan enojado, que nunca quiso admitir trato. Tenia un egército númeroso, y habia fortificado sus pueblos con estacadas al rededor, en tres órdenes, con grandes y profundos hoyos: lo cual habia averiguado nuestro cuidado y diligencia.

Y respondió a la interpelación del zapatero con una bofetada que sonó en toda la plazuela, e hizo dar a Tapas tres vueltas en redondo; salió entonces a la defensa del abofeteado uno de los menestrales que contemplaban a Maravillas poco antes, y obtuvo igual recibimiento que Tapas del hijo del boticario, púsose Nilo Chuecas al lado de éste; salieron de la iglesia otros dos ateos de los prosélitos de Maravillas, y uniéronse a los que peleaban por él; fueron entrando en pelea por aquí y por allá gentes que no habían soñado en ello ni tenían por qué soñarlo; comenzaron los gritos de las mujeres y los conjuros de los hombres pacíficos; presentáronse en escena otros dos colaboradores del maldecido periódico; llegó el mancebo de la botica; salió de la iglesia don Adrián, y detrás don Claudio Fuertes, que tomó sitio junto a Leto y comenzó a sacudir garrotazos a diestro y a siniestro; huyeron hacia la izquierda los Vélez y hacia la derecha los Carreños, que tenían un miedo horrible a los alborotos populares; desmayáronse dos Escribanas, una Codillo y Rufita González, y abriéronse todos los balcones que daban a la plaza y llenáronse de gente que se llevaba las manos a la cabeza y estaba sin color y sin pulsos al ver a los combatientes de aquel campo de Agramante, rodar aquí en montón confuso por los suelos, allá esgrimiendo los puños en el aire, acá forcejeando entrelazados, y acullá a Leto y al comandante segando hombres en un espacio de tres varas en rededor, que siempre estaba desembarazado de estorbos.

Todas las cuestiones que se susciten sobre este punto no harán vacilar la profunda conviccion de que al rededor de nosotros existe lo que llamamos mundo corpóreo: esta conviccion es un fenómeno de nuestra existencia, que no acertaremos quizás á explicar, pero destruirle nos es imposible: estamos sometidos á él como á una necesidad indeclinable. ¿En qué se funda esta certeza?

Se dejó caer en una butaca mirando al rededor, como si no se cansara de contemplar lo que veía; pero de repente palideció. En la cabecera de la cama y en marcos de oro acababa de ver los retratos de su madre y de su hermana. Vestidas de negro, tristes y desmejoradas, parecían llorar al ausente.

Los ríos citados riegan la vega de Teruel, vega pequeña pero muy bien trabajada: los campos, huertos y viñas que se hallan al rededor de la ciudad, presentan en determinadas épocas del año un alegre panorama.

Llevando adelante sus trabajos con toda perseverancia, fundaron en 1689, al oeste del Mamoré, entre la embocadura de los rios Tijamuchi y Aperé y como ocho leguas al norte de Trinidad, la cuarta mision bajo el nombre de San Francisco Xavier, en la que construyeron al rededor de una plaza, como siempre acostumbran hacerlo, una hermosa iglesia, una casa para ellos, y habitaciones cómodas para los indígenas.

Su cara, de perfil, me mostraba unos labios entreabiertos sobre admirables dientes y su persona emanaba un perfume de heliotropo que se me subía á la cabeza. Al cabo de un instante pasé el brazo al rededor de su talle, la atraje hacia y, sin ninguna resistencia, aquella mujer fué mía. Á partir de ese momento tomé la firme resolución de dejar á Lea.

Oía mugidos de toros, y uno de estos animales salía de detrás de la cruz y echaba a los pies del calenturiento su pobre perro, privado de la vida. La cruz misma se le acercaba vacilante, como si fuera a caer, y abrumarle bajo su peso. ¡Todo se movía y giraba en rededor del infeliz!

Se detuvo, miró a su rededor para ver si nadie los escuchaba, y dijo con voz vacilante: Yo no si hago bien en tratar de penetrar lo que pasa en el corazón de mi amiga; pero también a vos os debo considerar y no quiero dejaros en un error que os entristece.

Palabra del Dia

irrascible

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