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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Los mozos se pusieron serios y quisieron salir para castigar al insolente; pero Quino, ilustre siempre por su prudencia, les previno que tal vez fuese una piedra extraviada y no dirigida á aquel sitio y que sería mejor aguardar á que secundasen. Todos escuchan con respeto estas juiciosas palabras y las aprueban. Pero el belicoso Bartolo, sediento siempre de pelea, no pudo contenerse.

Si ellos, criados con tajadas y vino de Toro, no pueden contener el empuje de los de Lorío, ¿cómo han de poder estos míseros aldeanos criados con castañas y borona y el suero de la leche? Lo mismo los del llano que vosotros los del monte todos conocemos el gusto de la borona y las castañas replicó Quino. No está bien, Nolo, que te burles de nosotros, pues allá todos te estimamos.

La verdad es, chiquillo repuso Celso poniéndose serio también, que á Nolo le zumba el alma con el palo en la mano. ¿Que si le zumba! exclamó Quino aceptando, sin comprenderlo, el lenguaje pintoresco de su amigo. Habías de verlo desenvolverse como yo le he visto el año pasado en la romería del Otero. Tenía seis hombres encima de y no de los peores de Rivota.

Así hablaba Quino de Entralgo, mozo de miembros recios y bien proporcionados, morena la tez, azules los ojos, castaños los cabellos, el conjunto de su fisonomía agraciada y con expresión de astucia.

Las mejillas se le habían encendido, los ojos brillaban: la ira hacía estremecer sus labios. No las razones sutiles y el arte y el ingenio de Quino, no las bromitas saladas de Celso ni las súplicas ardientes del temerario Bartolo consiguieron aplacar la cólera del héroe de la Braña. Estaba resuelto á no tomar parte ahora ni nunca en las contiendas de los de abajo.

Ninguno supo jamás apoderarse más pronto de su corazón, ninguno más rendido y zalamero ni más osado á la vez, pero tampoco ¡ay! ninguno más inconstante. Más de una y más de dos podían dar en el valle de Laviana testimonio lamentable de su galanura y su perfidia. Paréceme, Quino respondió Bartolo, que se te ha ido la lengua y has hablado más de lo que está en razón.

Dos de estas zagalas son rivales: el apuesto Quino las festeja alternativamente; pero saben disimular sus celos con arte femenino. Eladia sonríe de vez en cuando á Telva.

Guárdate, guárdate en casa esta noche, que yo no necesito que nadie me escolta. El industrioso Quino sintió que el calor subía á sus mejillas y replicó encolerizado: Nada te he dicho, Nolo, que merezca que me insultes de ese modo, y no es de mozos criados en ley de Dios hacer ofensa á los amigos que se han portado bien.

Una sonrisa feliz y socarrona á la vez se dibujó en sus labios. Pero no será de vacío, ¿verdad? ¡Ah gran tuno, ahí te duele! profirió Pepón sin dejar de reir y metiendo de nuevo el puño por el estómago á su futuro yerno, que se dobló como un arco. Luego añadió gravemente: Eso no se pregunta siquiera, Quino. Yo no soy rico, pero mientras estéis en mi compañía no os faltará la borona y el potaje.

Entonces hubiera sucumbido ciertamente si Tanasio de Entralgo no oyese sus gritos. Se batía éste en retirada al lado del Cojo de Mardana, pero en buen orden y causando grandes estragos en las filas enemigas, cuando llegó á sus oídos las voces de auxilio de su enemigo. «Simón le dijo al Cojo, oigo la voz de Quino. Me parece que está en mucho aprieto allá arriba.

Palabra del Dia

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