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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Era una joven de tez morena y no desprovista de gracia. Adiós, Eladia, hija mía. Saluda á los amigos, mujer. No por qué te pones tan seria cuando está Quino delante. Adiós. Yo no me pongo seria manifestó la joven poniéndose no sólo seria sino encrespada. Si estás enojada porque haya salido hoy del pueblo, puedes tranquilizarte.

Pues yo no te doy nada respondió Pepón con firmeza. Pues entonces hasta otra, tío Pepe. Hasta otra, Quino. Ambos empuñaron de nuevo los mazos y se pusieron á trabajar sin volver á dirigirse la palabra. Por la noche hubo esfoyaza en el palacio del capitán.

Gracias á la confusión que origina con tal estratagema logran romper las filas, arrancan á Quino de las manos de sus adversarios. Unidos los tres se baten con arrojo y cuando ven la ocasión propicia vuelven la espalda y se dan á la fuga. Los de Lorío quedaron otra vez dueños del campo.

Alejóse Eladia murmurando. Quino había desaparecido. Poco á poco también fueron abandonando la plazoleta cuantos en ella había, pues la noche iba cerrando y la cena les esperaba. Al cabo Regalado se levantó y tomando la silla se introdujo con ella en casa y cerró la puerta. Por espacio de una hora todo quedó en silencio.

Pero el prudente Quino le habló de esta manera: Yo no dudo, Nolo, que vayas á Canzana esta noche, aunque bien sabes que los de Lorío no dejarán de esperarte en el camino. Si todos los hemos agraviado ahora, á nadie más que á ti guardarán rencor. Grande alegría les darías si pudiesen saciar en ti su venganza, porque fuiste quien les preparó la garduña en que cayeron.

¿No sabes, burro, que mi madre acaba de pegarme en ella? exclamó cada vez más fosco su primo. Quino no pudo menos de rendirse á la evidencia. Mas he aquí que al odioso Regalado se le ocurre efectuar una nueva investigación en el rostro del héroe. Como resultado de ella manifiesta con sonrisa diabólica.

Quino se acerca á Telva y con frase insinuante la requiebra y la felicita. Arrimados á una columna del pórtico departen en voz baja mientras Eladia, con la muerte en el alma, les dirige miradas fulgurantes. Pero Flora, la gentil zagala de Lorio, se acerca á ella y procura distraer su pena con su charla siempre alegre y graciosa. Deja que me esconda detrás de ti. Jacinto me persigue y me sofoca.

¡Y aún no ha cantado á los héroes de mi infancia! ¡Aún no te ha cantado, magnánimo Nolo! ¡Ni á ti, intrépido Celso! ¡Ni á ti, ingenioso Quino! ¡Aún no ha caído á tus pies, bella Demetria, la flor más espléndida que brotó de los campos de mi tierra! Hora es de hacerlo antes que la parca siegue mi garganta.

Las molieron mejor que lo estaban entre las palmas, liaron los cigarros en silencio, encendió el tío Pepe la yesca después de dar veinte golpes al pedernal con el eslabón, y cuando comenzaron á fumar, sin otros preámbulos le metió el puño por el vientre al mozo de Entralgo y exclamó riendo: ¡ por ella cuando quieras, pillo! Quino agradeció la caricia tanto como la gentil respuesta.

El poderoso mozo de Lorío rompe las filas de los suyos y aproximándose á Celso, antes que éste hubiera tenido tiempo á levantar su palo, le sacudió con ambas manos un garrotazo en medio de la cabeza que le hizo venir al suelo sin conocimiento. Cuando el ingenioso Quino pudo verle así extendido por tierra, un violento dolor oscureció sus ojos.

Palabra del Dia

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