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Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo; y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido.

Á ti te dieron un palo en la cabeza y quisiste caer, pero alzándote en seguida empezaste á repartir garrotazos que daba miedo verte. Á me molieron también los hombros, pero hice soltar el palo á dos de ellos. «¡Vamos, vamos que aquí nos matandijiste. Aguarda un poco, te respondí, porque había visto las monteras de los nuestros. ¡Y gracias á Dios llegaron á tiempo!

Yo que vi esto quíseme esconder detrás de una chimenea y fue aumentar la sospecha, porque el escribano y dos criados y un hermano me molieron a palos y me ataron a la vista de mi dama, sin bastarme ninguna diligencia.

Los del alto nunca echamos el cuerpo fuera mientras se repartía leña y á nosotros nos ha tocado tanta ó más que á vosotros. En la romería de Lorío el año pasado molieron sobre unos mozos como si estuvieran trillando trigo. En más de una semana no pude hacer labor alguna porque estaba derrengado. Á mi primo Jacinto le dejaron en Rivota más blando que un higo.

Si me dolieran los tobillos, aún pudiera ser que se anduviera adivinando el porqué me dolían, pero dolerme lo que me molieron no es mucho adivinar.

Las molieron mejor que lo estaban entre las palmas, liaron los cigarros en silencio, encendió el tío Pepe la yesca después de dar veinte golpes al pedernal con el eslabón, y cuando comenzaron á fumar, sin otros preámbulos le metió el puño por el vientre al mozo de Entralgo y exclamó riendo: ¡ por ella cuando quieras, pillo! Quino agradeció la caricia tanto como la gentil respuesta.

, el de las Aceñas... Dicen que a las dos y media, poco más o menos, entraron nueve hombres enmascarados en su casa, molieron a palos al criado, amarraron a la señora y a la criada y a don Laureano lo degollaron... Antes creo que le hicieron sufrir mucho para obligarle a soltar el dinero... El buen señor no tenía más que doce mil reales, y ellos empeñados en que había gato escondido... Le amarraron por aquí, salva sea la parte, y tira que tira para hacerle cantar...