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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Era grato escuchar el pío, pío de los ateridos gorriones, guareciéndose por centenares en una washingtonia que había cerca de casa, como en una gran pajarera: era grato ir a dar de comer a los animalitos exóticos que don Rosendo tenía en su finca, salvando en almadreñas la distancia que separaba sus cobertizos de la casa: era grato también quedarse adormecido en una butaca al pie de la chimenea con el cigarro en la boca y la botellita de ron delante, mientras Cecilia leía un cuento interesante o algunos versos sonoros y armoniosos.

Cerca ya del mediodía se levantaron las dos; y eso porque se oyeron rumores de nuevos visitantes que entraban en el pasillo. Sobre el particular del primo Nacho dijo Rufita despidiéndose , repetimos a ustedes que, por nuestra parte, no habrá camorra ni cosa que se le parezca. Si él quiere quedarse en Peleches, que se quede; si quiere venirse con nosotras, que se venga.

No comprendo dijo la Fontane, el horror que usted manifiesta por el celibato... Eso estaba bien en otro tiempo, pero hoy le aseguro a usted que está bien visto el quedarse soltera. No, amiga mía respondió vivamente la abuela. Eso es inadmisible.

El mar, que visto desde lo alto del buque sólo estaba rizado por suaves ondulaciones, era ahora una interminable sucesión de montañas enormes de angustioso descenso y de sombríos valles, en los que el bote parecía que iba á quedarse inmóvil, sin fuerzas para emprender la ascensión de la nueva cumbre que venía á su encuentro. Los tres hombres remaron varias horas.

Ana, entre sollozos, refirió lo que podía referir de sus angustias, de sus miedos, de sus tormentos, de aquellas horas de fiebre. «Después que se vio en su lecho, mil espantosas imágenes la asaltaron entre los recuerdos confusos del baile.... Creyó que volvía a caer de repente en aquellos pozos negros del delirio en que se sentía sumergida en las noches lúgubres de su enfermedad.... Después la idea del mal que había hecho la había horrorizado...». Y Ana se interrumpía al ver al Magistral quedarse lívido, y como rectificando añadía, «el mal... es decir... el no haber sido bastante buena...». La enfermedad había sido una lección, una lección olvidada, y aquella mañana, al sentir en el lecho la misma flaqueza, aquel desgajarse de las entrañas, que parecían pulverizarse allá dentro, aquel desvanecerse la vida en el delirio... la conciencia había visto, como a la luz de un fogonazo, horrores de vergüenza, de castigo, el espejo de la propia miseria, el reflejo del cieno triste que se lleva en el alma... y después... la locura, sin duda la locura... un dudar de todo espantoso, repentino, obstinado, doloroso.

Decidme, sargento, preguntó un mozalbete desde el extremo opuesto del cuarto ¿á qué cuento fué la batalla aquella? ¿Ahora salimos con esas, rocín? ¿Pues á qué cuento había de ser sino á dejar sentado una vez por todas quién había de llevar la corona de Francia? Bueno es saberlo. Creíame yo que era para averiguar quién debía de quedarse con vuestro cobertor de pluma....

Más de la mitad de los guerreros portugueses que hasta allí habían acompañado a Morsamor, resolvieron quedarse en Macao; pero los otros más decididos, así como los antiguos tripulantes, formaban muy completa dotación para la nave a la que Morsamor quiso cambiar el nombre que antes tenía sin duda, aunque no sabemos cuál fuese, y la confirmó con el antiguo, clásico y mitológico nombre de Argo.

Mas como al natural lento y espacioso de los indios cualquiera movimiento acelerado era violencia, y en su tarda y escasa inteligencia era novedad tan extraña é inteligible la que se les proponía por concebirla muy contraria á la pacífica posesión de sus casas, sementeras y bienes que tienen muy pegado su corazón, á pocos días de lo que habían prometido á los PP., empezaron á llamarse engaño y excusarse, ya con el poco tiempo que se les concedía, ya con los muchos trabajos que se les prevenían en los caminos en el transporte de sus ganados, bienes y familias, y el más arduo de volver á fabricar nuevas iglesias y casas, y declarándose resistentes, apelaron: unos, á que sería menos malo quedarse bajo el dominio de los portugueses; pero otros, que eran los más, decían claramente no podían creer que el Rey nuestro señor, que por tantas cédulas les había prometido ampararlos en sus tierras y defenderlos de sus enemigos, podía faltar á lo prometido y pasar á quitarles lo que con derecho natural habían adquirido y poseído por más de 130 años, pues para tan riguroso castigo no hallaban haber cometido ninguna culpa contra el Rey, antes, , estaban muy satisfechos de los repetidos servicios con que habían procurado acreditar su obediencia, exponiendo su sangre y sus vidas por defender los dominios de su soberano.

Angelina se mostraba amable y cariñosa conmigo, pero pronto pude observar que no gustaba de quedarse sola a mi lado, antes, por el contrario, huía de como temerosa de un peligro. Sin duda obedecía prudentes consejos de su confesor el buen P. Solís.

El profundo silencio que seguía á estos desfiles ruidosos despertó en su ánimo una sensación de duda é inquietud. ¿Qué hacía allí cuando la muchedumbre en armas se retiraba? ¿No era una locura quedarse?... Pero inmediatamente galopaban por su memoria todas las riquezas conservadas en el castillo. ¡Si él pudiese llevárselas!... Era imposible, por falta de medios y de tiempo.

Palabra del Dia

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