Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 11 de julio de 2025
Debo hacer el gran juego... ¡Yo apuntando ahora con fichas de cien francos y hasta de veinte, como una prestamista retirada!... Por eso la Fortuna no me reconoce y pasa de largo. El príncipe movió la cabeza. Se negaba á ayudarla en sus locuras. ¿No era mejor que guardase esos miles de francos, en vez de perderlos rápidamente, como le ocurriría el día que menos lo esperase?
Porque doña Lupe era tal y como su sobrino la pintaba en aquella breve consideración; era juiciosa, razonable, se hacía cargo de todo, miraba con ojos un tanto escépticos las flaquezas humanas, y sabía perdonar las ofensas y hasta las injurias; pero lo que es una deuda no la perdonaba nunca. Había en ella dos personas distintas, la mujer y la prestamista.
Lo que él llamaba ser adúltero quedaba en segundo lugar; alambicando mucho, a fuerza de sofismas, tal vez encontraría medio de disculpar a sus propios ojos aquel amor ilegítimo... pero lo del dinero no admitía excusas; él había pedido seis mil reales a un prestamista, abusando del crédito de su mujer. Esto era inicuo... y lo que era peor, muy expuesto a una tragedia doméstica.
Temía encontrarse otra vez con el prestamista y recibir su saludo familiar; se imaginaba que todo el público de los salones había seguido atentamente su entrevista con el vejete, sonriendo cuando recibía el dinero. Salió del Casino. Jamás volvería á él: ¡lo juraba! Castro, al que había visto de lejos jugando en una mesa, volvió á Villa-Sirena á la hora de comer.
Ya tiene el prestamista una finquita que vale doce o diez y seis, por poco más de cuatro; la cual finquita se distribuye después, en partes proporcionales, entre el que preparó el negocio y el que le remató; es decir, entre el mayordomo y el usurero...; más claro: entre Simón y su cómplice. Pero se le descubrirla el juego hecho así, por la prenda misma. No hay tal.
Mi compañera me puso asedio, y los lectores que sean casados, comprenderán que quiero decir: ha sido necesario ceder. En estos ocho dias hemos recibido cartas de España, en que se nos habla de un asesinato cometido en la persona de un prestamista, que vivia en la calle del Duque de Alba, esquina á la de los Estudios.
Los balcones del principal eran fiel remedo de los jardines colgantes de Babilonia, porque había en ellos muchos tiestos con flores, muchas matas que estaban en camino de ser árboles, juntamente con tres jaulas de codornices y dos reclamos, que por la noche daban armonía á toda la calle. En medio de esta selva y de estos gorjeos se veía una muestra de Prestamista sobre alhajas.
Su señoría sabe agregó el prestamista que el último día de cueste año deberá dejar el palacio. Sí respondió Ramiro secamente, y cruzó los brazos en silencio como invitando a los genoveses a que se retirasen.
Cuando el joven y el prestamista salieron, un sol radiante iluminaba la ciudad; eran las dos y un hacinamiento de carros, carruajes, caballos y transeuntes obstruía la calle y las aceras, con zumbido colosal de colmena entregada al pillaje.
Hoy todavía puedes sostenerte, y al ver que te niego los ocho mil reales, buscarás a doña Clara, esa bruja prestamista, o a otra persona de la clase, y firmarás un pagaré por doce o catorce mil. Estás metida en el barro y no saldrás nunca de él; por más esfuerzos que hagas te hundirás.
Palabra del Dia
Otros Mirando