United States or Mongolia ? Vote for the TOP Country of the Week !


Ajá, ajá. ¿El franchute apoya? De perlas, hijos, de perlas comentó don Angel Bellido, que éste era el nombre, tan propio cuanto impropio, del prestamista. , señor Bellido. ¿Sale usted del limbo? ¿Quién no sabe que el señor Coliñón es uña y carne con nosotros?

Pero, el joven se había echado ya a sus pies e imploraba su compasión; , era cierto, era cierto que él falsificara la firma de Esteven, para obtener del prestamista el dinero que necesitaba, pero lo hizo ciego, sin saber lo que hacía, ni a lo que se exponía, pensando, en su fiebre de fortuna improvisada, que, llegado el vencimiento, podría retirar fácilmente el pagaré, las manos llenas de oro, como había de tenerlas; nadie se lo aconsejó, sino su mala cabeza.

¡Siga usted, siga usted! le dijo la marquesa radiente de curiosidad, y bien sabe Dios que sin pizca de interés por lo que personalmente le alcanzaba en el desusado prospecto de aquel singularísimo prestamista.

El notario, después de declamar aquellos dos versos de una comedia de aficionados, muchas veces representada en el pueblo porque era de hombres solos, dio una palmadita en el vientre a Reyes; y de pronto se quedó muy serio, muy serio, sin decir palabra, como dando a entender: «Soy todo oídos; basta de chistes; aquí tiene usted al representante de la fe pública, o al prestamista sin entrañas, lo que usted quiera».

Pero, ¿dónde está el enjuague? replicaba don Pablo. Esteven dirá al prestamista: ¿Y a qué me cuenta usted? y le despedirá con cajas destempladas. Porque si el prestamista se ha contentado con la palabra del chico, ya está aviado.

Inés dijo presentándolas mutuamente: Esta es la señorita de quien hemos hablado, aquí tiene usted a doña Jesualda. A ver si se entienden ustedes. La Jesualda habitaba un cuarto tercero interior de una casa de la calle de Don Pedro; había sido prestamista, pero se le torcieron los negocios y tuvo que renunciar al comercio.

Tenía un primo pescadero, otro tendero de capas en la calle de la Cruz, otro prestamista, y los demás, lo mismo que sus hermanos, eran todos horteras. Pensaron primero los de Arnaiz oponerse a aquella unión; mas pronto se hicieron esta cuenta: «No están los tiempos para hilar muy delgado en esto de los maridos. Hay que tomar todo lo que se presente, porque son siete a colocar.

Cómo se tocan los extremos del inmenso ramaje es curioso de ver; por ejemplo, cuando Pepito Trastamara, que lleva el nombre de los bastardos de D. Alfonso XI, va a pedir dinero a Cándido Samaniego, prestamista usurero, individuo de la Sociedad protectora de señoritos necesitados. iii

Miguel conservó su sonrisa, mientras se escandalizaba interiormente de esta proposición. ¡En qué cosas pretendía mezclarle esta mujer!... ¡El pidiendo dinero á un prestamista del Casino!...

Isidora, acudiendo á auxiliarle, dirigió una mirada furtiva á las tablas y al escrutinio y elección que de ellas hacía el aprovechado prestamista.