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Intentó Cristeta dar a la muchacha instrucciones detalladas, pero la tía interrumpió la explicación, que amenazaba ser larga, con estas palabras: Eso mañana, en su casa de ustéz, o lo que es lo mesmo, en la nuestra, porque va le habrá esplicao a ustéz la señorita Inés que nosotras vivimos encima de doña Jesualda, en el sotabanco.

Inés dijo presentándolas mutuamente: Esta es la señorita de quien hemos hablado, aquí tiene usted a doña Jesualda. A ver si se entienden ustedes. La Jesualda habitaba un cuarto tercero interior de una casa de la calle de Don Pedro; había sido prestamista, pero se le torcieron los negocios y tuvo que renunciar al comercio.

Y por último, después de haber preparado cuanto consideró necesario, una tarde, entre dos luces, se mudó al tercero interior de doña Jesualda, en la calle de Don Pedro. En un carrito fueron la cama, sus dos baúles, un arca y varios líos de ropa; ella montó en un simón, llevando sobre las rodillas el costurero que en días más tranquilos le regaló don Juan.

Cuando se despidieron, Cristeta pensaba: «¡Bah!..., por dos o tres meses...» Jesualda se decía: «Ahora rompe a volar...; pero esta mocita se pierde de vista. Puede que sea una mina

..., doña Jesualda..., don Pedro, casa vieja..., el administrador conocido... Chico... mañana iremos juntas. Cristeta. Berlina..., tu marido. Los sitios convenidos de antemano... ¿Comprendes? Inés. Hablarán ustedes. La conversación se prolongó mucho, y al final hablaron un poco más alto, refiriéndose a lo anteriormente dicho. Inés. Todo se arreglará. Cristeta. Convéncele . Inés.

Cristeta e Inés quedaron juntas en el cuartito; la segunda decía: Con la Jesualda no estará usted mal; es formalota y no tiene mala vecindad; abajo, una viuda y su hija que cosen para el corte; en el segundo, una tal Mónica, que tiene huéspedes de medio pelo, ¡figúrese usted en aquel barrio qué huéspedes ha de haber!; arriba, un militar retirao que vive con una que dicen si es sobrina u lo otro; y en el sotabanco, la madre del niño y la sobrina, que ahora las llamaré.

No creo, porque vive como huéspeda con una que le llaman Jesualda, y digo yo, que ..., vamos, si fuese mala..., pos no andaría tan mal de cuartos.

Hubo aquello de «con tal que no haya escándalo..., yo no quiero líos..., usted parece persona decente, etc., etc.». Todo lo cual oyó Cristeta violentándose para no enviar a la Jesualda noramala.