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Actualizado: 1 de junio de 2025
Sí, yo también sentí... Federico: ¿no estará en tu cuarto?... ¡No tiene puerta, mi Dios! ¡Quédate adentro! ¡Puede volver! En efecto, podía volver. Eran las dos y veinte de la mañana. Y juro que fueron fuertes las dos horas que pasamos mi mujer y yo, con la luz prendida hasta que amaneció, ella acostada, yo sentado en la cama, vigilando sin cesar la arpillera flotante. Antes me había curado.
Trae, como veis, una guirnalda de hiedra y de violetas, con que le ha coronado hoy su esposa, para simbolizar el púdico, modesto y apretado lazo con que siempre la tuvo ceñida y prendida.
He aquí al rey, he aquí a la reina y a su corte deslumbrante de pedrería; los espectadores se levantan y saludan. Tú entras en tu palco, tu vestido es blanco como tu seno, en el pelo llevas prendida una flor roja como tus labios... También se levantan, Rosita, también se levantan por ti como por la reina de todas las Españas y dicen: «¡Qué bella es!»
Con las hembras no había sido tan cariñoso como con los machos: los latigazos que su mano descargaba en los momentos de ira, caían únicamente sobre aquéllas; pero un día cesó de establecer esa diferencia, al ver que una perra, después de haber dado a luz con muchos sufrimientos media docena de cachorros, se enfermó, pero no consintió, en que se la quitaran sus hijos, y tan lastimosamente aulló, que, por fin, se los devolvieron, y expiró con toda su prole prendida del pecho.
Cuatro horas más tarde, un paquete, no teniendo respuesta, desprendió una chalupa que abordó al María Margarita. En el buque no había nadie. Las camisetas de los marineros se secaban a proa. La cocina estaba prendida aún. Una máquina de coser tenía la aguja suspendida sobre la costura, como si hubiera sido dejada un momento antes.
De Josefina, que tenía la cabeza vuelta, sólo se alcanzaban a ver los bucles del artístico peinado, la mancha roja de una camelia prendida entre la oreja y el arranque del blanco cuello, y la bola de coral del pendiente, que oscilaba a cada movimiento de su dueña.
Los brazos desnudos hasta el codo; un gran ramo de rosas rojas en la abertura de la bata, una rosa prendida en los cabellos con un alfiler de brillantes y nada más. Madama Scott notó, de repente, que Juan estaba militarmente ocupado por sus dos hijos. ¡Oh, señor, os pido mil perdones! Harry, Bella... Dejadlos, señora, os lo ruego. ¡Estoy sumamente contrariada, por haceros comer tan tarde!
Al arrojar la cerilla en el suelo, esta cayó encendida, y Fortunata la miró con vivo interés, recordando una de las supersticiones que le habían enseñado en su juventud. «Cuando la cerilla cae prendida se dijo y con la llama vuelta para una, buena suerte». Maxi entró cansado y meditabundo; pero al ver a su mujer se puso alegre. ¡Todo un día sin verla!
Agregad á eso un lindo chal de listas azules atado al cuello en forma de corbata con el nudo atras, una rosa natural prendida del borde superior del corpiño, un espeso moño de hermosas trenzas ceñido por una ancha cinta negra en forma de corona, dos redes de seda negra en los brazos atadas con cintas arriba de los codos, bajando hasta los puños y dejando ver la redondez y la frescura de esos miembros, y en fin un par de botines calzando sencillamente dos piés enanos: agregad esos pormenores, digo, y tendreis completo el atavío de una paisana de Interlaken.
Pero la entrevista de la noche fue menos cordial. Se mostró Ojeda malhumorado por la resistencia de Mina. En vano, aprovechando la escasez de paseantes después de terminado el concierto, iban los dos hacia «el rincón de los besos». Inútilmente permanecía ella con la cabeza en su hombro, prendida de su boca en una caricia prolongada, interminable, entornando los ojos.
Palabra del Dia
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