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Una racha traidora que te ha metido la borda debajo del agua... Pero eres barco de mucha manga añadió poniéndole las manos sobre los hercúleos hombros. Tienes las cuadernas sólidas... Ya achicaremos el agua. Gonzalo no contestó. ¿Por qué no te has venido inmediatamente a casa?

Corría de un lado á otro poniéndole dos sillas á un mismo tiempo para que se sentase. Hacía mil reverencias ridículas y no se cansaba de repetir «¡que cuándo podía esperar ella que la señora condesa se dignara entrar en una choza tan miserableEl joven escuchaba las zalamerías de su madre con indiferencia: Laura, con semblante risueño y agradecido.

Laura se cercioró aún más de su tristeza, y poniéndole una mano sobre el hombro, le dijo con mimo: Vamos... díme, querido, ¿qué tienes? El mayordomo dió todavía algunos pasos sin contestar. Una lágrima tembló en sus negras y largas pestañas, y bajó rodando silenciosa por la mejilla. Laura al verla exclamó con sobresalto: ¿Qué es eso? ¿Por qué lloras? Porque no me quieres.

Terminada la ceremonia y la misa Tristán se acercó a su amigo Núñez en la misma iglesia y le dijo: ¿Sabes, Gustavo, que esa epístola de San Pablo que nos acaban de leer me parece un poco grosera? Núñez soltó una carcajada discreta y exclamó poniéndole la mano sobre el hombro: Pero hombre, ¿hasta con San Pablo te has de meter? ¡Eres delicioso, Tristán!

Y, poniéndole un libro en las manos, que traía su compañero, le tomó don Quijote, y, sin responder palabra, comenzó a hojearle, y de allí a un poco se le volvió, diciendo: -En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión.

Concluyó por decirle, poniéndole la mano en el hombro: Desengáñese usted, Belinchón: en la dársena de usted, con viento entablado del Noroeste, no entran ni las sardinas. El que más gozaba en esta fiesta, ¿quién lo diría? era un anciano, el buen don Mateo, a quien se debía exclusivamente. Para él, aquel baile significaba uno de los grandes triunfos de su vida.

Yo no lo que tiene la pobreza, que á todos huele mal. ¿No es verdad? ¿eh? ¿eh? La charla del clérigo había conseguido marear á nuestro joven, poniéndole en completo desorden las ideas. La impaciencia que le devoraba desde el comienzo de la escena, le había ido subiendo la sangre á la cabeza y bullía dentro de ella haciéndole pensar en cosas extrañas bien lejanas del asunto que debía ocuparle.

Atajele el discurso poniéndole mi frente junto a su boca para que me diera un beso, y le pagué con otro resonante en la rugosa mejilla, y unos cuantos embustes cariñosos, de cuyo efecto mágico sobre el corazón del pobre hombre estaba yo bien segura. »En esto, y mientras mi madre acababa de vestirse y de adornarse, dijéronme que mi hermano deseaba verme. »Acudí a su cuarto.

Después de permanecer inmóvil algunos instantes examinando con atención el rostro desencajado de su cliente, dijo poniéndole una mano en el hombro: ¿Es la primera vez que viene usted a esta consulta? , señor. Bien; diga usted.

PUDDING DE MANZANAS. Se asan unas dos docenas de manzanas, se despojan de la piel y el corazón, y con una cuchara de palo se van deshaciendo y mezclando con el azúcar necesario; se deshacen también unos bizcochos y tres cucharadas de pan molido después de tostado, agregando cuatro huevos batidos; se pone todo en un cazo y a fuego muy lento y sin dejar de mover se va cociendo, poniéndole cincuenta gramos de mantequilla; se prepara en un molde con azúcar quemada, cociendo al baño maría y dorándolo al horno.