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¡Lo dicho, Tristán! le gritó Núñez desde el landau abierto en que iba . No riñas nunca con Clara, porque preveo tu desaparición del número de los cuerpos sólidos. La joven sonrió dirigiendo una suave mirada amorosa a su prometido. Su fisonomía, tan dulce, tan humilde, tan plácida, formaba contraste singular con la figura arrogante y poderosa que el cielo la había asignado.

Un tanto reposado, pasé a la orilla del río para ver qué vapores había; ¿sabéis cual fue mi primer encuentro? Mi tuerto sabanero, sentado melancólicamente en una piedra, con mi maleta terciada a la espalda, al rayo del sol y entregado a la plácida tarea de hacer patitos en el agua con guijarros que elegía cuidadosamente. ¡Oh, santa paciencia!

La buena y plácida señora de Dumais no puede creer a sus ojos ni a su oído desde hace veintitrés años que Francisca está en el mundo. Conserva el asombro de una gallina que ha empollado un huevo de pato creyendo empollar uno de su raza. No es posible volver jamás de esas sorpresas... Pobre señora Dumais. 7 de octubre.

Nietzsche había dicho á los hombres: «Sed duros», afirmando que «una buena guerra santifica toda causa». Había alabado á Bismarck; había, tomado parte en la guerra del 70; había glorificado al alemán cuando hablaba del «león risueño» y de la «fiera rubia». Pero Argensola le escuchó con la tranquilidad del que pisa un terreno seguro. ¡Oh tardes de plácida lectura junto á la chimenea del estudio, oyendo chocar la lluvia en los vidrios del ventanal!...

Don Ramón Escudero estaba ya en el comedor sentado en una butaca y echando frecuentes ojeadas al reloj, que no se daba tanta prisa a caminar como él quisiera. Era un hombre grueso con el pelo blanco, las mejillas rasuradas, la fisonomía plácida.

De los sucesos posteriores de su vida sólo se sabe que vivió en Roma largo tiempo, y que imprimió en ella en el año de 1514 una farsa titulada Plácida y Vitoriano, que fué luego prohibida por la Inquisición, y parece haber desaparecido sin dejar vestigio alguno.

En medio de la extrema y plácida mansedumbre de don Pío, reinaba en él cierta tendencia innata a la excentricidad, en la que solía marcar rasgos positivos de talento, de observación y de estudio.

De una de estas tapias sale un brazo de agua sonora y reluciente, que con su eterno murmullo presta no qué plácida melancolía á aquel sosegado recinto. La hiedra y el agua, con su perdurable existencia, parecían encargadas de perpetuar las huérfanas memorias de tantas grandezas extinguidas.

La farsa Plácida y Vitoriano de Encina que se creía perdida, se encuentra en la rica biblioteca del señor Salvá de Valencia, y se habla de ella en el catálogo razonado de sus libros. Lucas Fernández, de Salamanca, merece mención aparte como sucesor inmediato de Encina en la nueva senda dramática. Folio con letras góticas.

Acuérdate: es un condenado á muerte, y sólo un cuidado maternal, un atmósfera dulce y plácida, podrán prolongar sus días. Ella deseaba realizar esta obra tal vez por egoísmo, por borrar de su memoria con una larga acción generosa todo lo malo que había hecho antes.