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Actualizado: 16 de agosto de 2024


Otras veces Azorín permanece largos ratos en una modorra plácida, vagamente, traído, llevado, mecido por ideas sin forma y sensaciones esfumadas. Cerca, en la casa de al lado, hay un taller de modistas, y a ratos estas simples mujeres cantan largas tonadas melancólicas, tal vez acompañadas por la guitarra de un visitador galante.

En su buena y plácida cara, iluminada por una mirada de sorprendente inteligencia, no se hubiera podido leer ninguna impresión si el brillo malicioso de sus ojos no le hubiera hecho traición. El cura se divertía. Cuando la abuela lo hubo dicho todo, el padre Tomás clavó un instante sus chispeantes pupilas en las de la abuela y se echó a reír. La abuela dio un salto de indignación.

Esa noche vi pasar ante mis ojos, en sueños, la figura plácida del ministro del Interior , con sus cuidadas patillas canosas, sus verrugas y lunares, y la eterna sonrisa bondadosa con que acompañaba sus saludos graves, correctos y parsimoniosos.

Venid conmigo, y los dos Esperemos este día. Los dos juntos prosiguen entonces su peregrinación, y llegan á un palacio soberbiamente iluminado, dentro del cual se oye plácida harmonía. En él reina la locura del mundo. Alegre muchedumbre rodea á los extranjeros cantando y bailando, y los invita á entrar en el palacio.

No leía más que libros de entretenimiento; no meditaba. Fatigado de tropezar con el mismo muro infranqueable, huía con terror de lanzar su pensamiento por las esferas de la metafísica. Llegó un momento, sin embargo, en que lo hizo sin darse cuenta de ello. Era una noche plácida de Mayo. Hacía poco más de un mes del famoso viaje a Palencia.

Y ante el burgués innoble, entre este vulgo ignaro, Orsi y Azorín ¡no podía ser de otro modo! se han reconocido como dos almas superiores, y han ido en compañía de Sarrió que también a su manera es un alma superior a tomar unas olorosas copas de ajenjo. El concierto se ha celebrado en el casino. Había poca gente; era una noche plácida de estío.

Por el espacio pasaba junto a con perezoso vuelo un gran pajarraco: era el águila que acudía a guarecerse a la torre... Las brumas del mar subían poco a poco. Bien pronto veíase tan sólo el blanco festón de la espuma alrededor de la isla... De pronto, por encima de mi cabeza, surgía una gran oleada de plácida luz. Estaba encendido el faro.

El Padre Urtazu no diría, de seguro, otra cosa. ¡Y tan infelices como son! ¡Madre mía del Rosario! Inclinó la niña la pensativa frente, y quedose anodada, aturdida por el golpe repentino. El sentimiento religioso, dormido hasta entonces, con todos los demás, en el fondo de su alma plácida y serena, despertábase potente al impensado choque.

Y tus padres te llaman con ternura, Y en esa piedra silenciosa y dura Se estrella su dolor, Como el llanto que el párpado humedece Se retira, se oculta y desaparece Al encontrar un mundo sin amor. Ya de tu rostro no verán, Eliza, Resplandecer la plácida sonrisa, Como el rayo de luz Cuando brilla la estrella vespertina, Que halaga dulcemente y que ilumina Cuando la noche tiende su capuz.

Llenaba con tanto celo su deber, que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada, monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad análoga al silencio del campo.

Palabra del Dia

cabreros

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