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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Primero me arrojo al mar, dijo: primero me hago tulisan que volver á la Universidad. Y como su madre empezase con su sermon sobre la paciencia y la humildad, Plácido sin haber comido nada volvió á salir y se dirigió á los muelles donde fondean los vapores.

Barbarita interrumpía un Padrenuestro para decir, todavía con la expresión de la religiosidad en el rostro: «¿Rameaditas?, , y con golpes de oro. Eso es lo que se estila ahora». Y en el pórtico, donde ya estaba Plácido esperándola, decía: «Vamos a casa de los chicos de Sobrino».

Por la mañana, mientras Barbarita y Plácido andaban por esas calles de tienda en tienda, entregados al deleite de las compras precursoras de Navidad, Jacinta salió acompañada de Guillermina. Había dejado a su esposo con Villalonga, después de enjaretarle la mentirilla de que iba a la Virgen de la Paloma a oír una misa que había prometido.

Ea, pues si no viene Rossini, no los meto y saco todo el cuerpo fuera. Y entraba Plácido y le contaba mil cosas divertidas, que siento no poder reproducir aquí.

Plácido que entre sus amigos tenía fama de filósofo, perdió la paciencia, arrojó el libro, se levantó y se encaró con el catedrático: ¡Bastante; Padre, bastante! V. R. me puede poner las faltas que quiera, pero no tiene derecho á insultarme. Quédese V. R. con su clase, que yo no aguanto más. Y sin más despedida, salió.

El mar rasgaba la obscuridad con un ronquido plácido, cuya ondulación iba rompiéndose en todos los salientes y recovecos de la costa.

Dos años hace era tan robusto como usted, pero sus enemigos consiguieron enviarle á Balábak para trabajar en una compañía disciplinaria y allí le tiene usted con un reumatismo y un paludismo que le lleva á la tumba. El infeliz se había casado con una hermosísima mujer... Y como un coche vacío pasase, Simoun lo paró y con Plácido se hizo conducir á su casa de la calle de la Escolta.

Vendrá, vendrá él, y te aseguro que si tarda cuatro días es mucho tardar. ¿No ves que esa familia no tiene un nene que la alegre?... ¡si se están todos muriendo de ganas de chiquillo...! , trabájalo bien, que nos ha venido Dios a ver con este hijo de nuestras entrañas... Yo estoy muy orgullosa, porque él Santa Cruz es como hay Dios; pero su poco de Izquierdo no se lo quita nadie: las dos familias están de enhorabuena... Ya he empezado yo a sacudirme las pulgas, y esta tarde le eché su puntadita a Plácido para que nos diera la casa gratis... ¿Qué te crees?... Si están los Santa Cruz con tu hijo como chiquillos con zapatos nuevos... Te diré una cosa que no sabes.

Anda, Placiding, empieza tu por dar, así te quedas en la cabeza de la lista. Y como viese que Plácido daba sin vacilar los dos pesos pedidos, añadió. Oye, pon cuatro, que ya despues te devolveré los dos; es para que sirvan de gallo. Pues si me los has de devolver, ¿para qué dártelos? basta con que pongas cuatro. ¡Ah! es verdad ¡qué bruto soy! ¿sabes que me voy volviendo bruto?

Tal ascendiente tenía la señora de Santa Cruz sobre aquella alma sencilla y con fe tan ciega la respetaba y obedecía él, que si Barbarita le hubiera dicho: «Plácido, hazme el favor de tirarte por el balcón a la calle», el infeliz no habría vacilado un momento en hacerlo.

Palabra del Dia

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