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Actualizado: 21 de julio de 2025


Porque Coca, llena de temor y de amargura, tomaba ahora su asunto por el lado trágico. Antojábansele burlas las felicitaciones y personales insultos los anónimos. Lloraba en secreto y se quejaba sin cesar. Temía ser una gran culpable. La mentirilla de inventarse para su particular uso un capitán Pérez se le presentaba ahora como un verdadero crimen.

No hay necesidad de decir eso. Daremos por cierta la existencia de tu capitán, y sólo negaremos tu compromiso. Deja que yo hable con Adolfo, para que él pida una rectificación en La Mañana. Y pierde cuidado... ¡No descubriré tu mentirilla, para no avergonzarte, como lo merecías, por faltar a la verdad! Coca dio un beso a Laura para desenojarla y agradecerle su intervención. Laura habló con Adolfo.

Además, eres buen mozo... Muchas gracias... Hombre, déjame que te diga alguna mentirilla, en pago de las que me has ensartado desde que nos conocemos... Pues nada, te finges oficial, pides una carta de recomendación a cualquiera y vienes a hacernos una visita.

Señora, mi pícaro sastre murmuró Pacorrito, creyendo que una mentirilla pondría á salvo su decoro, no me ha acabado la condenada ropa. Aquí te vestiremos indicó la noble dama. Los lacayos de aquella extraña mansión eran monos pequeños y graciosísimos. De pajes hacían unos loros diminutos, de esos que llaman Pericos, y varias pajaritas de papel. Estas no se apartaban un momento de la señora.

Bien valía aquella pregunta una inocente mentirilla, así que la contesté con un negativo monosílabo, con el que se quedó la buena de Angue en la firme creencia de que en toda la redondez de la tierra no había mas collares que el suyo, ni más faroles de colores que los de su pueblo. A las doce de la noche terminó el baile y cada cual tomó el petate.

El rector, que era escrupuloso, no se atrevió a decir que entendía por miedo de soltar una mentirilla, y Villamelón prosiguió con el aire de un monarca que se brinda a ser padrino de un pordiosero: Pues nada, padre rector, comulgaremos los dos con el niño, y yo, no crea usted, vendré de uniforme.

Mi señor don Alejandro dijo aquí don Adrián enjugándose el rostro macilento con su pañuelo de yerbas, y entrando a cortos pasos en el gabinete, me he permitido afirmar esa... mentirilla, eso es, para que se me franquearan, , señor, estas puertas... ¡Mal hecho, caray, mal hecho!

Por la mañana, mientras Barbarita y Plácido andaban por esas calles de tienda en tienda, entregados al deleite de las compras precursoras de Navidad, Jacinta salió acompañada de Guillermina. Había dejado a su esposo con Villalonga, después de enjaretarle la mentirilla de que iba a la Virgen de la Paloma a oír una misa que había prometido.

Palabra del Dia

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