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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Son los villaverdinos un tesoro de virtudes. En su mirada se transparentan la mansedumbre y la benevolencia; es en ellos ingente la piedad, y al par de ésta sobresale la resignación. Pero el sentimiento religioso no es en las almas villaverdinas plácido y activo, sino, por lo contrario, lúgubre, apocado, meticuloso.
Plácido, á medida que se acercaba á su casa, la casa de un platero en donde vivía como pupilo, procuraba coordinar sus ideas y maduraba un plan. Retirarse á su pueblo y vengarse para demostrar á los frailes que no se insulta impunemente á un joven ni se puede burlar de él.
En fin, siga usted poniendo lo que le digo... «No quiero morirme sin hacerle a usted una fineza, y le mando a usted, por mano del amigo D. Plácido, ese mono del Cielo que su esposo de usted me dio a mí, equivocadamente...». No, no, borre el equivocadamente; ponga: «que me lo dio a mí robándoselo a usted...». No, D. Plácido, así no, eso está muy mal... porque yo lo tuve... yo, y a ella no se le ha quitado nada.
Todo esto que pensaba Feli vagamente lo traslucía Isidro en sus miradas. El, por su parte, viéndose analizado y con menos admiración, sentía ligeros descensos en su amor, confesándose que había en éste más de agradecimiento que de pasión irresistible. Amaba a Feli con un nuevo afecto plácido y tranquilo.
Déjate de medicinas... ¿Para qué ya?... Vaya, D. Plácido, prepárese; verá qué golpe... Se me ocurrió una idea, hace poco, cuando estaba sin habla, al punto que me entraba también la idea de mi muerte... Ponga ahí lo que yo le diga: «Señora doña Jacinta. Yo...». Yo... repitió Plácido.
Dos horas se llevaron en la calle de Cuchilleros, cogiendo y soltando animales, acosados por los vendedores, a quienes Plácido trataba a la baqueta. Echábaselas él de tener un pulso tan fino para apreciar el peso, que ni un adarme se le escapaba. Después de dejarse allí bastante dinero, tiraron para otro lado.
Vamos, Placidete, ¡que no es dinero perdido! Y acompañó estas palabras con un guiño significativo. Plácido recordó el caso de un estudiante que ganaba cursos regalando canarios, y dió tres pesos. Mira, ¿sabes? escribiré claro tu nombre para que el profesor lo lea, ¿ves? Plácido Penitente, tres pesos. ¡Ah! ¡escucha!
Según él, en la raza blanca no hay mas que dos tipos: el cabeza redonda y el cabeza larga: Caín y Abel. El cabeza redonda, Caín, es violento, orgulloso, inquieto, sombrío, minero, aficionado a la música; el cabeza larga, Abel, es tranquilo, plácido, inteligente, agricultor, matemático, hombre de ciencia.
Las sacaba, y después bebía como si tal cosa. Las moscas huyeron cuando la cara viva se inclinó sobre la muerta, y al retirarse tornaron a posarse. Entonces Ballester cubrió la faz de su amiga con un pañuelo finísimo. Guillermina volvió más tarde. Subía del cuarto de Plácido a decir a Ballester algo referente al entierro.
«¡Si habrá nacido de pie este bendito Plácido dijo D. Baldomero a su nuera , que hasta se saca la lotería sin jugar!». Plácido gritó Jacinta riéndose con mucha gana , es el que nos ha traído la suerte. Pero si yo... murmuró otra vez Estupiñá, en cuyo espíritu las nociones de la justicia eran siempre muy claras, como no se tratara de contrabando.
Palabra del Dia
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