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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Plácido y Elvira sintieron que sus almas se habían unido con el lazo del cariño más inocente. Algo hubo de recelar o de prever D. Fruela, y ordenó a su mujer que alejase al expósito del trato y de la convivencia de su hija. Sumisa doña Aldonza, cumplió las órdenes de su marido; pero no hasta el extremo de evitar por completo que el pajecillo y la niña se viesen y se hablasen.
«La mortaja de fina holanda la bordaron las señoras Micaelas, y es regalo de doña Bárbara. Escultura soberbia... y es de movimiento, porque le clavamos en la cruz o le descendemos según conviene». Y como el caballero no le dijese nada, Plácido se alejó rezando entre dientes.
Ser conocido es tener el año ganado, pues, si no cuesta nada suspender á uno que no se conoce, se necesita tener duro el corazon para no impresionarse ante la vista de un joven que con su presencia reprocha diariamente la pérdida de un año de su vida. Plácido entró pues y no sobre la punta de los piés como solía hacer, sino metiendo ruido con sus tacones. Y ¡demasiado consiguió su intento!
Vió Edwin á su amiga, á través del nítido redondel, considerablemente agrandada. A pesar de su obesidad era relativamente joven, sin una arruga en el plácido rostro ni una cana en la corta melena.
Tuve esta idea cuando estaba aquí sin habla, y al despertar me agarré a ella... Es la llave de la puerta del Cielo... Hijo mío, estate calladito, y no chistes, que si tu mamá se va es porque Dios se lo manda... ¡Ah!, don Plácido, ¿está usted ahí?...». Sí, señora dijo el hablador entrando en la alcoba con los ademanes más oficiosos del mundo . ¿Qué se le ofrece a usted? La señora me ha encargado...
Deseó prolongar hasta el último extremo su vida con él. ¡Si se hubiese hecho soldado cuando vivían separados y ella renegaba de su maternidad!... Pero iba á perderlo en el momento más plácido de su existencia, cuando se creía al lado de Jorge para siempre. No tardó mucho en ser piloto. ¡Cómo aborrecí la facilidad con que dominaba el manejo de los aparatos!
Los toques de la campana eran pesados y lentos.... Cesaron, y, un instante después, estalló en todas las torres un repique bullicioso y plácido, retozón e infantil, como si convocara turbas escolares, como si los tañedores fuesen angelillos traviesos escapados del cielo. ¡Las misas de aguinaldo! Oí ruido en la habitación contigua. Tía Pepilla se había levantado, y no tardó en llamarme.
De cacharros estamos tal cual. Estos botijos son horribles. Toda la cerámica moderna española no vale dos cuartos. A ver, Plácido, ¿serías tú capaz de buscarme un vestido de torero completo?... Lo quiero para un amigo que sueña con ponérselo en un baile de trajes... Estará hecho un mamarracho. Pero a nosotros no nos importa. ¿Podrás buscármelo?».
Era Plácido hermano de la Paz y Caridad, cofradía cuyo domicilio estuvo en la derribada parroquia.
Los grandes casi siempre van serios y bien compuestos como los estudiantes alemanes. Plácido seguía el paseo de Magallanes para entrar por la brecha antes puerta de Sto. Domingo, cuando de repente recibió una palmada sobre el hombro que le hizo volverse inmediatamente de mal humor. ¡Olé, Penitente, olé, Penitente!
Palabra del Dia
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