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Actualizado: 8 de junio de 2025
«¡Quién será el dragón que ha querido birlarlos la herencia!... ¡A ese tunante le sacaría yo las entrañas!... Cuidado que engañar así a mis niños, haciéndolos pasar por hijos de un Rufete... Quitad allá, pillos, que mi niña es duquesa y mi niño es vizconde... ¡Re-puñales!».
Y don Pablo Aquiles que escuchaba, en silencioso coloquio con las cigüeñas de la pantalla, cerró el capítulo de las lamentaciones de su hermana, exclamando sentenciosamente: Lo que hay, Casilda, lo que hay, es que los pillos reciben su recompensa en este mundo y los buenos tienen que esperar al otro para alcanzarla, y según es ésta de problemática y aquélla de positiva, casi le vienen a uno ganas de encanallarse, ya que de los pillos es el reino de la tierra.
Que no los puede ver ni pintados. Lo creo... ¡Valientes pillos! Sin embargo, dígame usted: ¿No volvería a tener amistad con alguno de ellos, si la solicitara? Con ninguno... dijo Fortunata. ¿De veras? Piénselo usted bien. Fortunata lo pensó, y al cabo de un ratito, la lealtad y buena fe con que se confesaba mostráronse en esta declaración: «Con uno... qué sé yo... Pero no puede ser».
Cuando van dos colegas juntos, nunca caminan a la par. Uno va delante y el otro un poco atrás, y si son tomados afectan no conocerse. Un día iban dos pillos de estos por una calle: el sargento Gómez conocía a uno y no al otro, y, como a pesar de su seriedad guaraní, era chacotón y alegre, atajó al que no conocía y le dijo: ¿En qué trabaja usted? ¡Soy marmolero, señor!
Lo que es ese no volverá a levantarse dijo Van-Horn . El confite le ha sabido bien amargo, pero lo tenía bien merecido. ¡Ah, pillos! también nosotros tenemos armas que matan como el rayo. Estoy dispuesto a repetir la suerte dijo Cornelio. Al primero que se acerque lo dejo seco. ¡Cuidado! gritó el Capitán.
Después metía la mano en un bolsillo del pantalón, agitando la moneda de la venta, y acababa por entregarle un par de pesetas, sin queja alguna. Todo aquello era culpa del viejo régimen. -Ahí tienes decía con expresión solemne lo que es el unitarismo y la centralización. Tú tienes talento y te mueres de hambre; y como tú, muchos. El centralismo sólo aprovecha a los pillos.
Al mismo tiempo hormiguea en las calles un enjambre de obreros toscos y brutales, vestidos con abandono, de marinos de todas las naciones, de comisionistas afanados á caza de clientes, de negociantes inquietos entregados exclusivamente á la fiebre de la especulacion, de soldados de franjas amarillas, pasablemente ociosos, de carreteros y vivanderas haciendo una algarabía de todos los diablos, de algunos semi-majos y toreros de estilo de matamoros, y de pillos de todas edades que abundan siempre en las ciudades mercantiles, con su numeroso acompañamiento de andrajosos mendigos que son inevitables en casi todas las ciudades españolas.
Los pillos de los abogados se encargarán de eso exclamó con una extraña dureza en su voz, como si no hubiera tenido estimación alguna por sus abogados. No, quiero que usted vele por ella, que se cuide de que ningún hombre la haga su esposa por amor a su dinero, ¿me comprende?
No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd. visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y verdaderamente pobre. Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto, no. Es natural.
Nosotros diremos: «A ver, señor duque de Tal, ¿de dónde sacó usted las tierras A y las dehesas B? Señor banquero Cuál, ¿de dónde sacó usted los millones A y B que tiene en el Banco?». «Hombre, dirán ellos, pues yo...». «Valientes pillos están ustedes, acaparadores, por no decir otra cosa...». Conque ya ves.
Palabra del Dia
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