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Actualizado: 8 de junio de 2025
Esta criatura fue de lo más honrado de la clase, dicho sea sin ofensa de nadie, y nació para buena, y aun creo que lo habría sido, a no caer entre un padre tonto y una madre sin educación y sin entrañas, y una caterva de pillos y de bribones. Era moza de talento y afamada de insensible con los hombres que la galanteaban.
«Tocaba Minghetti: ¡oh, bien se conocía que andaba allí arriba un artista! Había sido una atención delicada.... Los artistas al fin son poetas... ¡lástima que suelan ser además unos pillos!
El ditirambo, el panegírico, la sumisión incondicional al potentado fue un medio de alcanzar posiciones, de conquistar rangos y de labrar fortuna. Su espíritu selecto chocó con el sensualismo ambiente de pillos y vividores y lo marcó con su pluma de fuego.
Se dejó caer en una silla y comenzó a sollozar; pero levantándose súbito, prosiguió, dando patadas de rabia en el suelo, agitando frente a la puerta los puños cerrados, con una voz concentrada y áspera que daba miedo: ¡Pillos! ¡Infames! ¡Herejes! ¿Creéis que os ha de salir bien la cuenta?
Cornelio, exponiéndose a caerse o a recibir un flechazo, salió al corredor y arrojó todo lo lejos que pudo aquel objeto encendido, antes de que prendiera fuego en las viguetas. ¡Es una flecha! gritó. ¿Una flecha? repitió el Capitán. Sí, una flecha; pero con un algodón ardiendo en la punta. ¡Ah, pillos! exclamó Horn . Quieren quemar la casa sin acercarse.
Es el funcionario inamovible encargado de advertir á los gorriones que el trigo no se ha sembrado para ellos. ¡Ah! los gorriones, lo más canalla de la creación, la casta de pillos y rateros más desvergonzados que hay sobre la tierra.
Hasta entonces no había reparado en unos chiquillos, de diez a doce años, pillos de la calle, que jugaban allí cerca, alrededor de un farol, de los que señalaban el límite del paseo y de la carretera en los espacios que dejaban libres los bancos de piedra. Entre los pillastres había una niña, que hacía de madre. Se trataba del zurriágame la melunga, juego popular al alcance de todas las fortunas.
No era como tú el célebre Erostrato. ¿Quién? Uno que pegó fuego dijo Bou reventando de erudición a un templo... no sé si de Babilonia, de Venecia o de dónde. ¿Y sacó dinero? Vuelta con el dinero. Con dinero se tiene todo. Y tú quieres tener todo: gozar, disfrutar; lo mismo que cualquiera de esos pillos, lo mismo que la sanguijuela A o la sanguijuela B.
Además los indianos no quieren nada que no sea de buen tono, que huela a plebeyo, ni siquiera pueda recordar los orígenes humildes de la estirpe; en Vetusta los descreídos no son más que cuatro pillos, que no tienen sobre qué caerse muertos; todas las personas pudientes creen y practican, como se dice ahora.
Y añadía furioso el Rojo: ¡Di: a la oreja! ¡tísica o te baldo! ¡A la oreja! ¡a la oreja! El Ratón se vio acosado por todos sus colegas que se le colgaron de las orejas. ¡Zurriágame la melunga! volvió a gritar la madre, y los pillos se dispersaron otra vez. En aquel momento el Magistral se acercó a la niña. La madre dio un grito de espantada.
Palabra del Dia
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