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Actualizado: 8 de junio de 2025


¡Ah! exclamó el Capitán . Si hubiéramos podido conservar la lantaca, no se acercarían seguramente esos pillos; pero ya que no la tenemos, nos defenderemos con los fusiles. A las diez, la costa estaba aún a doce o trece millas y el viento seguía aflojando. Se veían ya los árboles de la ribera y hacia el Este se distinguía una bahía espaciosa, que podía ser muy bien la boca de algún río.

Hay multitud de tontos a quienes no se puede arrancar de la cabeza lo del mejor de los códigos; hay algunos solemnes pillos que por malicia y por tener poder ante la canalla, gritarán, si les dejan, constitución o muerte; hay el grupo de los anilleros o de los sabios, que reniegan de todo si no les dan las dos Cámaras con Carta, a la francesa, y aun creo que alguien quiere que haya tres Cámaras, por no parecerle bastante dos.

Un día dije a uno de ellos que hablaba conmigo, en el café de Cassoulet, esquina Viamonte y Suipacha, un centro de pillos: ¿Y no bebes?... ¡Pide un gin! ¡Yo!... ¡Qué esperanza!... ¡El alcohol afloja la lengua y entorpece la mano! EL CAF

Y la pobre mujer, no pudiendo resistir más, cubríase con el abanico los lacrimosos ojos, mientras doña Manuela le recomendaba la serenidad. No llore usted, Teresa; eso es lo que le gustaba al mío. Los hombres gozan haciéndonos padecer. Todo menos llorar. Cuando usted hable con Antonio, muéstrese seria y altiva. Nada de cariño; si no, los muy pillos se esponjan y se engríen. ¿Hablarle yo?

De las tiendas salían haces de luz que llegaban al arroyo iluminando las piedras húmedas cubiertas de lodo. Delante del escaparate de una confitería nueva, la más lujosa de Vetusta, un grupo de pillos de ocho a doce años discutían la calidad y el nombre de aquellas golosinas que no eran para ellos, y cuyas excelencias sólo podían apreciar por conjeturas.

¡A ver si hay silencio! gritó el empleado imperiosamente. Todos quedaron inmóviles, con la vista baja, pero vagando en su boca una sonrisa, como si les divirtieran muchísimo los incidentes de su vida de encierro. El empleado siguió designando por sus nombres a la doble fila de pillos.

Me apena como no es decible todo lo que estás diciendo... no pensabas así. ¡Es que he aprendido! Yo también aprendí, y de ti especialmente, a pensar de otro modo y no me pesa, Melchor, porque en mi experiencia, poca o mucha, los pillos representan el uno por ciento de los hombres que he conocido.

Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la libertad y de la democracia. ¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas libras de patatas se compran con eso?

Y el señor Cuadros repetía con expresión pedantesca estos y otros lugares comunes que había oído en la Bolsa de boca de ciertos pillos de levita, que con la dichosa «lucha por la existencia» justifican rapiñas legales que merecen un grillete. Y para desesperación del pobre viejo, hacía la apología de la Bolsa. Sólo un rancio podía tronar contra ella.

Siguió protestando contra la injusticia de los hombres, contra el tribunal, que tenía por servidores á pillos y embusteros como Pimentó. Alteróse el tribunal; las siete acequias se encresparon. ¡Cuatre sòus de multa! dijo el presidente. ¡Cuatro sueldos de multa!

Palabra del Dia

rigoleto

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